Al final no ha habido sorpresa y el ultra Bolsonaro se ha hecho con el poder en Brasil que no es cualquier cosa. Que la mayor democracia de América Latina vaya a ser gobernada por la ultra derecha asusta y bastante. Si tenemos en cuenta que desde que Bolsonaro ganó la primera vuelta de las elecciones han crecido de manera considerable las agresiones LGTBIfóbicas y las agresiones racistas da miedo pensar en lo que se avecina en el país del Carnaval, el buen rollo y el mayor Orgullo LGTBI del mundo junto con el de Madrid. Bastantes gays, lesbianas y trans que hasta ahora vivían tranquilamente su sexualidad en grandes ciudades como Río o Sao Paulo de repente sienten miedo, miedo de ser ellos mismos, miedo de ser agredidos, miedo de vivir en Brasil. Es lo que tiene cuando un candidato gana con un mensaje de odio a las minorías, a los diferentes, a los que no piensan como él. Es lo que pasa cuando se gana a base de memes, fake news y toneladas de demagogia populista. Primero fue Rusia, luego EE.UU. e Italia y finalmente Brasil y nadie nos puede asegurar que esto no vaya a extenderse por el mundo entero. Contra el virus del fascismo y del odio hay que enfrentarse con políticas sociales, luchando contra la desigualdad y desarmando los argumentos populistas con hechos. Como ya pasó en los años 30 el fascismo se aprovecha de la crisis y del miedo para sembrar su semilla que agarra con demasiada facilidad en tiempos de necesidad. Hemos dejado que nos gobiernen las grandes empresas, los bancos y empresas financieras en vez de nuestros políticos que han acabado convirtiéndose en lacayos del capital dejando en la estacada y en la pobreza a millones de personas que a las primeras de cambio votan al mesías de turno sin pensar en las consecuencias. Aún estamos a tiempo de rectificar.