Volverán las indómitas cabras a pastar del islote de es Vedrá/ y, otra vez, sus balidos gozarán en tus oídos mientras danzas en la mar;/ pero aquellas que el paso refrenaban tu hermosura y mi dicha al contemplar,/ aquellas asesinadas por ecocabrones disfrazados de comanditos de Vietnam,/ esas… ¡no volverán!

El safari caprino organizado por la Consellería de Medio Ambiente degeneró en una cruel matanza que avergonzaría a cualquier cazador que ama la naturaleza. Las eco-excusas oficiales no convencieron. Las balas eran de calibre inadecuado y muchas piezas quedaron malheridas en los riscos, agonizando durante días, lo cual es imperdonable en el arte cinegético. Pero algunas cabras sobrevivieron –ya lo anunciamos— y hoy pasean sus cabritos por Vedrá (está en su código genético desde hace siglos), con el único miedo de divisar algún sanguinario irresponsable de medio ambiente.

Porque tal felicidad caprina indigna a los responsables de la pasada matanza, que planean volver a las andadas. ¿Habrán aprendido algo? Podrían consultar con los dueños de los rebaños salvajes sobre otra manera de actuar, encontrar una solución de verdad ecológica, tal y como sería ir atrayéndolas astutamente a unos corrales, reunirlas cual pánico pastor, y luego fletar un crucero caprino que las desembarque en Ibiza. Así lo han hecho los cabreros desde in illo tempore (¿o es que Ibiza siempre ha sido tan rica que podían despreciar la riqueza de unas cabras exiliándolas eternamente en Vedra?).

Pero claro, para esto hay que tener paciencia y una cierta orgánica, no enviar unos matarifes para realizar una chapuza ecológica con nocturnidad y alevosía, esperando que no trascendiera a la opinión pública. Así funcionan los eco de pacotilla que critican la tauromaquia y la caza mientras organizan sus oficiales bestialidades. Pero la vida siempre se abre camino.