El lunes, cuando salí de la redacción, cogí el móvil para contestar a todos esos mensajes que voy aplazando a lo largo del día. Una amiga había compartido en varios grupos de WhatsApp el primer vídeo navideño de la temporada. Ese vídeo que, como cada año, te hace reflexionar y replantearte cosas de cara al nuevo año.

El spot publicitario en cuestión habla del tiempo que gastamos en internet a lo largo de nuestra vida. Y asusta. Habla de que, en los próximos 40 años y según las estadísticas, pasaremos 442 días jugando con el móvil, 520 días viendo series, 6 años delante de la televisión, 8 años navegando por internet, 10 años mirando pantallas… y nos pregunta cuánto tiempo vamos a pasar con nuestros seres queridos.

Me animé –con miedo- a probar en su página web cuánto tiempo de calidad me queda con mi abuela. Tras contestar a algunas preguntas la respuesta fue ‘cuatro días’. Ni un minuto más. Al hilo de este anuncio me acordé de la encuesta publicada hace unas semanas por el Instituto Nacional de Estadística que situó a Balears como la segunda comunidad autónoma con mayor porcentaje de usuarios de internet en los últimos tres meses (casi un 90% de la población entre 16 y 74 años).

La encuesta también señalaba que nuestra comunidad está por encima de la media en personas que han hecho compras online (un 49% del total). En ese momento entendí que si no somos capaces de soltar el teléfono en una comida familiar para dedicar tiempo a los que queremos, tampoco lo seremos para evitar que echen la persiana los negocios de toda la vida.

Si no cambiamos estos datos, todo apunta a que acabaremos viviendo virtualmente en un mundo de carne y hueso; cambiando la conversación con el frutero del barrio por una compra cómoda desde el sofá; y lo que es peor, tomando un café -o una caña- por Skype. Me pregunto si en vez de avanzar, retrocedemos en el tiempo.