En la semana en que el Tribunal Supremo sentencia como abusiva la cláusula «no show» de Iberia (esto es que te anulen el billete de vuelta si no has usado el de ida, aunque lo hayas pagado), conocemos que tras el incremento del descuento de residente balear hasta el 75% en los vuelos -y barcos- a la península, algunas compañías aéreas han disparado los precios de los pasajes una media del 27%, según denuncia la patronal de agencias de viajes Aviba. Si esto no es robar, que baje Dios lo vea.

Estamos, presuntamente, ante una estafa descomunal. Eso es robar, como robar es que te anulen un billete de regreso que ya te han cobrado, por el hecho de que no te presentes al embarque a la ida. Lo peor es que hubo pronósticos de que esto sucedería y solo Aviba lo ha visto. O solo Aviba lo ha querido ver.

Hace tiempo que decidí que cada vez que entrase en un aeropuerto para tomar un vuelo, me dejaría la dignidad en casa y aceptaría pacientemente cualquier abuso, cualquier fechoría, cualquier trato denigrante al que quisieran someterme, ya fueran los vigilantes de seguridad, el personal de Aena o el de las aerolíneas. No encuentro otro modo de salir airoso del trance sin sufrir un ataque de ansiedad.

Viajar en avión ya no es una aventura de la cual no sabe uno si saldrá vivo, como a principios del siglo pasado. Pero sí constituye una montaña rusa de emociones por ver de qué modo le humillarán a uno públicamente, cuando no le robarán directamente, cosa que hacen de continuo ciertas compañías aéreas que se limpian el culo con las reclamaciones que aún presentan algunos incautos, entre los que no me cuento porque no tengo tiempo que perder inútilmente.

Mi indignación con estas compañías que fundamentan su abuso en que te cobran por un servicio mucho antes de que vayas a usarlo -y de ahí que no les importe nada de lo que nos suceda, porque total, ya tienen nuestro dinero-, no es ni una décima parte de la que me provocan nuestros gobernantes.

Pese a la contundencia de la consellera Pilar Costa, al afirmar que “de ninguna manera podemos permitir que eso se aproveche” por parte de las aerolíneas para subir precios, lo cierto es que ha sucedido y no se han enterado. Dijeron que estarían vigilantes y ya lo vemos. Como el presidente de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, José María Marín Quemada, que también dijo en julio que vigilaría. Pero parecen haberse dormido durante la guardia.