Es en momentos delicados cuando uno llega a conocer el verdadero valor de la amistad. Pero ¿acaso hay amigos en política? Los que hoy se consideran socios serios y fiables, mañana amanecen mentirosos y traicioneros. Fíjense sino lo que le sucedió al PP, que acababa de pactar los Presupuestos con el PNV y días más tarde apoyaron la moción de censura que desahució a Mariano Rajoy de La Moncloa. En política no hay amigos ni hay socios, se trata de relaciones puntuales de conveniencia que duran lo que duran, a veces más, a veces menos. Los pactos están para cumplirlos o para romperlos. Así es la política.

Tras la sanción impuesta por la CNMV al ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, por usar información privilegiada en la venta de acciones de Abengoa, con tanta dureza exige su dimisión el PP como Podemos. «Este Gobierno no se puede permitir un ministro sancionado por la CNMV», clama en Twitter Pablo Iglesias. Ahora que se constata que aquella escenificación interpretada en La Moncloa el 11 de octubre con el presidente Pedro Sánchez firmando un principio de acuerdo sobre los Presupuestos de 2019 ha resultado fallida y estéril. Ahora, a la vez que reprocha a Sánchez que no haya dado pasos para liberar a los presos catalanes que él visito en Lledoners, avisa que habrá que ir pensando en adelantar las elecciones, cosa que cuando estaba en la oposición Sánchez tenía clara, pero ahora que gobierna no quiere ni oír hablar del peluquín.

Algo parecido le sucede a Francina Armengol, a quien ahora sus socios de Més y Podem dejan sola con el REB y le exigen ir más allá. Cuando más debieran estar a su lado, más la dejan de lado. Pero se acercan las elecciones y ya no hay amigos. Ni socios. Sálvese el que pueda.