Los resultados de las elecciones andaluzas del pasado domingo dibujan un renovado panorama para todo, y para Ibiza también, ponen sobre el tapete una situación completamente nueva que tal vez permita a corto plazo comenzar a centrar al país en lo que verdaderamente importa: su modernización planificada, creación de un buen caldo de cultivo para el empleo y cerrar bien un modelo de Estado constitucional. Un panorama en el que gobernar no consista en estar todo el día acusando de «facha» al contrincante, sino en propuestas debidamente dotadas con sus estudios de impacto. Andalucía es un laboratorio único para que el nuevo tripartito (PP, Ciudadanos, Vox) ponga en marcha la recuperación económica real de una región y demuestren de una vez que las subvenciones, las migajas, el clientelismo se acabó, pero que los andaluces, bien dirigidos, tienen capacidad suficiente para vivir por sí mismos. El discurso de que viene el lobo (o sea, Vox) no sólo no ha calado sino que le ha dado alas al partido de Santiago Abascal, alas que son un preámbulo de lo que probablemente ocurrirá en las elecciones generales. Parece que Vox tendrá grupo propio, lo que supondrá un grave inconveniente a la ligereza con que se mueven en el hemiciclo tanto los ezquerranos de Rufián como los podemitas de Coleta de Galapagar. En resumidas cuentas, la gente parece haberse cansado de tanta memoria histórica, de tanta nadería y de quienes están todo el día con la Guerra Civil y no con los problemas reales que sufrimos los españoles; sin embargo parece que no quieren entender el mensaje, tras conocer los resultados electorales, Pablo Iglesias dijo que iban a tomar las calles para parar (digo yo) al facherío. El problema es que hoy a las manifestaciones de Podemos, como comprobamos hace poco en la Puerta del Sol, ya no va nadie.