La degeneración e irresponsabilidad de algunos políticos no tiene límites. La apelación del presidente de la Generalidad, el honorable Quim Torra, a que el cincuenta por ciento de los catalanes, o menos, inicien la vía eslovena de independencia, esa llamada a la inmolación mientras tú, Quim, oficias desde el altar, eso es algo que ni siquiera Pedro Sánchez va a poder consentir por dos razones. Porque el mismo Sánchez acabaría yéndose por el sumidero antes de las elecciones que tiene previsto convocar la próxima primavera. Y porque ya Torra y adláteres están pasando la línea roja de una forma que puede poner el país completamente patas arriba, que es en realidad lo que buscan. Jugar con la integridad física de unos estudiantes y unos adoctrinados hasta la médula y lanzarlos al barro, es de una amoralidad máxima. Pero ¿quién es Torra para, con la venia de los del Centre Penitenciari Lledoners, poner en marcha un órdago directo contra el Estado y encima poner en peligro a sus conciudadanos, que tienen otros problemas cotidianos más acuciantes que los efluvios supremacistas de estos señores? La historia de Yugoslavia, amalgama de aquella amalgama que fue el imperio austrohúngaro, puzle de piezas juntadas a la fuerza por una dictadura comunista, no tiene nada que ver ni con la historia de España ni con la historia de Cataluña. Sí con la enorme deformación de la realidad que se ha llevado en el Principado y que está desembocando en una balcanización evidente. Que el representante del Estado central en Cataluña, el tal Torra, quiera una guerra corta que permita ver escenas de grave violencia por la CNN y las redes de España, frente a los herederos de John Lennon, que son ellos, los buenos y a la eslovena; pues ya me dirán.