Hay 304 personas en España a las que no se la dan con queso. Los otros 46 millones estamos en la parra. Son los últimos que le han pedido este año a Telefónica que les envíe la guía de teléfonos en papel. Ese mamotreto que antes llegaba a cada casa una vez al año y en el que se localizaba a cada abonado, con su calle y número de teléfono.

A partir de ahora, los 304 estarán igual de perdidos que el resto: el Gobierno considera que el listín en papel ya no es un servicio público y levanta la obligación que tenía la empresa de publicarla. Según los datos que se manejan más de la mitad de la población en la vida ha utilizado la guía y no ha afrontado lo descorazonador de buscar a un García del que no se tenía muy claro el segundo apellido o la dirección.

Debe ser un tipo de persona especial, además de mayor, la que se aferraba al listín. Desconfiandos del futuro, con la Enciclopedia Espasa y todos sus apéndices relucientes en la estantería. Qué maravilla la Espasa y el olor de los tomos originales. Apestaban a conocimiento como en la Wikipedia hieden las manipulaciones. Seguro que esos 304 no se dejan arrastrar por el pánico diario.

En 2018 se han proclamado más jornadas históricas que en ningún otro año anterior: de la moción de censura a Andalucía. Todos eventos dignos de la memoria de hombres y mujeres en los siglos venideros, parece ser. Tanta efeméride que golpea y dura unas semanas antes de ser sucedida por la siguiente amenaza con reproducirse en 2019.

Ya verán: cataclismos mundiales y nacionales como jamás los hubo, subidas y bajadas, del Brexit a las municipales. Un sindiós. Y habrá que aprender de los 304. Si han sido capaces de llegar a 2018 con su guía telefónica es que comprenden la importancia de las ondas largas y son inmunes al terremoto instantáneo. Por eso, causa ternura que este año nuevo se queden sin listín, signo de resistencia.