Tras la desproporcionada condena a 16 años de cárcel para el ibicenco José Juan Cardona, exconseller de Industria del Govern Matas (2003-2007), muy pocos se han arriesgado a sentarse en el banquillo de la Audiencia Provincial a defender su inocencia. Semejante atrevimiento se paga muy caro. Mejor claudicar ante la Fiscalía Anticorrupción, agachar la cabeza, humillarse, pedir perdón tantas veces como sea preciso y rehuir las heroicidades. Los pactos con la Fiscalía siempre han sido muchísima mejor opción que defender la inocencia. Tras el escarmiento a Cardona apenas ha habido que celebrar juicios, que siempre son un incordio. Firma aquí abajo, aunque haya que reconocer la muerte de Manolete. Si algo se hizo mal, ni te cuento. ¿Dónde hay que firmar, señor fiscal?

Cuando Antonia Ordinas (la directora del CDEIB que guardaba 250.000 euros en una lata de Cola Cao enterrada en el jardín), Kurt Viaene y el resto de condenados hace ya años que están en la calle, José Juan Cardona, el único que se negó a pactar y se declaró inocente, cumple condena en el presidio de Ibiza. Se ha pasado más de un lustro encerrado, sin salir. Ahora Instituciones Penitenciarias le ha concedido su primer permiso de 48 horas. Posiblemente hoy salga de la trena. Cinco años y medio de buena conducta con felicitaciones del alcaide, nula peligrosidad e inexistente riesgo de fuga; informes favorables -y unánimes de los 8 miembros de la junta de tratamiento de la prisión- a la concesión de permisos tras haber cumplido una cuarta parte de la condena, como la ley exige. Pero ni por esas. El juez de vigilancia penitenciaria no afloja. Hasta que no se humille, haga acto de contrición y pida perdón, no hay permisos que valgan. Suerte que Interior ha puesto fin al encarnizamiento.

Que dé gracias que son 16 años. El fiscal pedía 21. Más que los integrantes de ‘la Manada’, que condenados, alguno reincidente, y mucho más peligrosos que Cardona, ahí están. Cardona sigue sin proclamarse culpable, sin señalar dónde tiene la caja de Cola Cao. Ordinas dijo en el juicio: «Nunca fue una figura decorativa. No se movía una hoja sin que él lo supiera». Por decirlo, ella está libre y él preso. Cinco años y medio sin pisar la calle. Con lo fácil que sería ahora confesar. ¿Por qué no lo hace? ¿Y si lo que dijeron de él no fuera verdad? A quién le importa ya. El resto escarmentó en cabeza ajena. La de Cardona.