Nada en exceso decían los clásicos. Ni es buena la masificación ni tampoco enviar constantemente mensajes a los mercados internacionales diciendo que sobran turistas, como se hizo a menudo el año pasado en forma de pintadas.

Aunque hace unas semanas un grupo de turistas que iba a ver las pirámides de Giza fue asesinado y el terrorismo islámico sigue acechante, las perspectivas para Egipto es que este año ya va a recibir algo más de once millones de turistas. Grecia se está recuperando claramente, lo mismo Turquía que además cuenta con una infraestructura magnífica y de calidad tanto en el Mediterráneo como en el Mar Negro, por no hablar de lo mucho que dan de sí ciudades como Estambul o Antalya. En el caso de Túnez, la recuperación también se está produciendo con fuerza, es muy barato y allí reciben al turista en palmitas porque los necesitan para vivir.

Y luego está el asunto de brexit que no sabemos todavía qué impacto va a tener ni en la Gran Bretaña ni en los posibles paquetes de turistas que frecuentan, y en buen número, las Baleares. El Gobierno balear ni siquiera ha meditado sobre ese asunto. Que hay que ordenar el modelo turístico y proteger los espacios naturales, lo poco que va quedando virgen, desde luego.

Que hay que atraer al turista de calidad e ir sustituyéndolo por los del balconing, todo el mundo sabe que es lo deseable. Pero eso no se puede hacer de sopetón sino con un plan a medio plazo bien vertebrado. Faltan más cabezas que gestiones y menos posverdades estilo Arran. Todo esto lo digo porque según las últimas cifras Ibiza y Formentera han recibido entre enero y noviembre 40.600 turistas menos que el mismo período del año anterior. Preocupante.