Resulta un tanto esperpéntico ver a los distintos partidos atribuirse el mérito de la aprobación de la Ley de Sostenibilidad Ambiental y Económica de Formentera o la Ley de Residuos, por citar dos ejemplos. Cuando la legislatura toca a su fin aquí ya no hay Pacte ni Acords pel Canvi que valgan. Competencia pura y dura por atribuirse los éxitos de los que se pueda sacar pecho. Ahí tenemos a Viviana de Sans lamentando que el PSOE de Armengol no tuvo la sensibilidad suficiente para destinar más dinero a paliar la «emergencia habitacional» en Ibiza. O a Més criticando que no se haya regulado el todo incluido, por más que lo consideraban esencial. Esfuerzos vanos por poner en valor la gestión propia, cuando en las elecciones del 29 de mayo el electorado en su gran mayoría emitirá su sufragio pensando en clave nacional, creo yo. Así lo hizo en Andalucía y no hay por qué pensar que aquí vaya a ser diferente. Y si eso sucede, lo que primará será la cuestión catalana. Que Pedro Sánchez necesita aprobar sus presupuestos para agotar la legislatura y que sus 85 diputados no bastan, es una evidencia. Que está negociando con el PDeCAT y ERC no es ningún secreto, aunque no parece bastarles la promesa del indulto con el que los líderes independentistas serían recompensados. Quieren la impunidad, el regreso de Carles Puigdemont a Catalunya, su investidura como President de la Generalitat y volver a la situación previa al 155, como si no hubiese pasado nada. Y negociar el derecho de autodeterminación con el Estado. De lo contrario no habrá presupuestos. Pero si el PSOE cede, estará cavando su tumba política. No hay más. Y ahora siga el PSIB presumiendo de la gratuidad del túnel de Sóller y del parquin de Can Misses y Son Espases, y de la ley que prohíbe las pajitas.