En la Iglesia católica celebramos muchas fiestas y actividades para aprendiendo buenas cosas de ello, podamos ir acogiendo, mejorando, practicando hechos y cosas que Dios, que nos quiere, ama y estima nos propone para nuestros años de vida en la tierra. Y así, ayer, además de ser la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo, fiesta que celebramos con la bendición de las candelas, también es la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, un día en el que recordamos a todas las personas de consagración como religiosos y religiosas, de vida contemplativa en la clausura o en vida activa en tantas y buenas actividades.

En nuestra Diócesis hemos tenido siempre buenos religiosos y religiosas. Y en la actualidad, gracias a Dios que los llama y a ellos y ellas que nos sirven en tantas actividades como colegios, residencias, Caritas, casa espiritual, etc. tenemos la suerte de contar con ellos y ellas para nuestro bien. Así, en estos tiempos tenemos entre los religiosos a los Hermanos de La Salle y los Religiosos del Verbo Encarnado, y entre las religiosas las de clausura las Canónigas Regulares de San Agustín, y de las activas las Agustinas del Amparo en Vila y Sant Jodi, las Carmelitas Misioneras en Es Cubells, las Terciarias Trinitarias en Santa Eulalia y en San Antonio, las de la Congregación de Marta y María en Dalt Vila y en la Residencia de Reina Sofía y Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará en Formentera y en Vila.

Con el buen servicio que hacen en nuestras Islas esta Jornada de Vida Consagrada es una ocasión para promover el conocimiento y la estima de la vida consagrada como forma de vida que asume y encarna el encuentro con el amor de Dios y con los hermanos, desde cada carisma fundacional. En este día damos gracias a Dios por todas las personas de especial consagración, presencia elocuente del amor de Dios en el mundo. Oremos por todas las personas consagradas de nuestra diócesis para que mantengan viva la grandeza del don recibido y vivan coherentemente su misión en la Iglesia y en el mundo, propiciando el encuentro con el amor de Dios uno y trino.

El buen servicio lo hacen porque acogiendo su vocación los consagrados están llamados sobre todo a ser hombres y mujeres del encuentro. Su vida consagrada es la respuesta al encuentro personal con el amor de Dios en Cristo, que se hace envío y anuncio. De hecho, la vocación de especial consagración a Dios no surge de un proyecto humano sino de una llamada del Señor, de una gracia de Dios que alcanza a la persona en el encuentro con el amor de Dios en Cristo que cambia y transforma su vida.

Quien encuentra verdaderamente a Jesús, su vida queda transfigurada por la alegría de este acontecimiento. Cristo Jesús es la novedad que hace nuevas todas las cosas. Quien tiene la dicha de este encuentro se convierte en testigo y trabaja para hacer posible a los demás este encuentro con Cristo. Los consagrados están llamados a ser signo concreto y profético del amor cercano de Dios, compartiendo la condición de fragilidad y las heridas del hombre de nuestro tiempo.

Todas las formas de vida consagrada, cada una según sus características, están llamadas a vivir en permanente estado de misión, compartiendo “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (GS, 1). Quien ha sido tocado y se deja tocar cada día por el amor de Dios está cercano a los problemas de la gente y ‘sale’ -aunque viva en la clausura- a las periferias geográficas y existenciales; no se detiene ante los obstáculos y las incomprensiones de los demás, porque mantiene el ardor del amor primero; y tiene siempre en el corazón una viva inquietud por el Señor y un deseo vehemente de llevarlo a los demás, como lo hicieron María y José en el templo.

Así, pues, en con ocasión de esta Jornada, felicitación y gratitud a los religiosos y religiosas que viven y sirven en Ibiza y Formentera.