Este quinto domingo del tiempo ordinario, cilco C, es también la Jornada de Manos Unidas, con la Campaña LX en favor de las necesidades de pueblos que padecen, teniendo como Lema: ‘Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas’.

Son 60 años de trabajo por una vida digna. Así en la Campaña de Manos Unidas de este año 2019 recordamos que, hace 60 años, un grupo de mujeres de Acción Católica, con gran sentido de humanidad y con mirada creyente, convirtió la lucha contra el hambre en un proyecto colectivo del que muchísimas personas formamos parte. Estas mujeres, que se sentían llamadas por Jesucristo a dar testimonio de un amor universal y efectivo por la familia humana, no se resignaban a que la mitad de la humanidad no tuviera qué comer, y declararon la guerra al hambre. Desde esta historia de solidaridad y de lucha contra el hambre, que es también historia de «trabajo por la dignidad de las personas», «urgidos por el amor de Jesucristo», nos disponemos a vivir la Eucaristía de la Campaña 60 años de lucha por una vida digna.

Aquí en nuestra Diócesis también se fundó una delegación diocesana de Manos Unidas y desde entonces muchas personas de Ibiza y Formentera colaboran en ello con buenas actividades a lo largo de todo el año.

Vemos pues que cada año, la segunda semana de febrero, nos unimos especialmente a Manos Unidas en su campaña anual. Hace dos años comenzó un trienio de lucha contra el hambre. Este sigue siendo su objetivo prioritario desde su inicio en 1959, cuando un grupo de mujeres de Acción Católica comenzó la campaña contra el hambre en el mundo: con el hambre de pan, de cultura y de Dios. Aquellas mujeres se unían al manifiesto de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas, que dijeron: “Sabemos, y queremos que se sepa, que existen soluciones de vida, y que, si la conciencia mundial reacciona, dentro de algunas generaciones las fronteras del hambre habrán desaparecido…”. Y concluía diciendo: “Declaramos la guerra al Hambre”. Desde entonces, Manos Unidas viene escribiendo una rica historia de solidaridad humana y de caridad cristiana con los hambrientos y empobrecidos de la tierra. Año tras año, no cesa de denunciar el drama humano de los más pobres y de tocar nuestras conciencias ante el hambre en el mundo.

Como ya dijo san Juan Pablo el hambre en el mundo es la «paradoja de la abundancia», porque «hay alimentos para todos, pero no todos pueden comer». En efecto, hoy se producen alimentos más que suficientes para todos los habitantes del planeta. Y, sin embargo, hay 800 millones de personas que pasan hambre, en especial en países en desarrollo en Asia, África y Latinoamérica, mientras se desperdicia 1/3 de los alimentos que se producen. En palabras del Papa Francisco, esto es un gran escándalo. Son cifras vergonzantes, ante las que no podemos quedar ni indiferentes. Por esta razón, Manos Unidas quiere seguir plantando cara al hambre impulsando un mayor compromiso en esta cuestión. Necesita más gente comprometida”. Un compromiso que lo exige la solidaridad humana y además, en el caso de los creyentes, la caridad cristiana. Por una razón u otra, todos estamos llamados a comprometernos en la lucha contra el hambre.

Antes de nada hemos de tomar conciencia de las causas del hambre en el mundo. A la hora de explicarla, hay que destacar tres causas principales. Por un lado, el alimento ha quedado reducido a mera mercancía; se prima el beneficio en el comercio y la especulación con los alimentos, dejando en un segundo lugar su fin primordial: alimentar a las personas reconociendo y respetando el derecho humano fundamental a la alimentación.

Por otro lado, la producción alimentaria en la agroindustria se manifiesta cada vez menos sostenible, económica, social y medioambientalmente, sobre todo en las regiones donde viven las comunidades campesinas y los pueblos más vulnerables. Y, por último, está el gran problema del desperdicio de alimentos, tanto en la producción, transformación y almacenamiento -que se da sobre todo en los países en desarrollo-, como en la distribución y en el consumo. Una pérdida y desperdicio ligados a estilos de vida individualistas, centrados en el consumo, y en el lucro más allá del comercio justo.

Manos Unidas nos pide un compromiso de todos por un aprovechamiento integral de la producción de alimentos, evitando el despilfarro. Nos llama a ser más responsables y comprometidos personalmente: primero, no desperdiciando la comida; segundo, apoyando a los agricultores familiares en su lucha por su derecho a la alimentación basado en una producción sostenible; y, tercero, haciendo ver que los alimentos no son una mercancía más, sino un elemento indispensable para la vida. Así podríamos ayudar a cambiar las cosas y avanzar hacia el fin del hambre en el mundo.

Y como Jesús nos dice: «Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso» estamos llamados a ejercitar las obras de misericordia. Y una de ellas es «dar de comer al hambriento». Cristo ha querido identificarse con los que padecen hambre. «Tuve hambre y no me disteis de comer», dijo Jesús. Estas palabras van dirigidas a todos. Jesús nos llama a socorrer las necesidades humanas y a recuperar la dignidad del ser humano cuando, entre otras cosas, está herida por el hambre.

Acojamos de corazón la invitación de Manos Unidas a luchar juntos contra la pobreza y sus causas. Apoyemos con generosidad su tarea en la colecta especial que hoy se hace en todas las parroquias y a lo largo del año las buenas actividades que hacen en diversos pueblos para apoyar, expresando así la bondad y misericordia de los que tenemos la suerte y la alegría de vivir en Ibiza y Formentera.