En este mundo de las posverdades en el que nada es mentira y todo depende del cristal con que se mira (hoy blanco, mañana negro), la presidenta Armengol no sabe, ahora, lo que es un tránsfuga y tampoco sabe lo que es un pacto. Todo es etéreo. ¡Qué envidia me dan aquellos hombres de la Transición que forjaron la democracia española! Eran gente de palabra y con un gran bagaje intelectual. Ahora asistimos a la política choni de cine de barrio. Considera la presidenta que lo sucedido en Sant Antoni es asunto puntual y municipal y que a ella, supongo que porque es baronesa del sanchismo, pues que no le incumbe. Lo de al pan, pan y al vino llamarle vino, eso ha pasado a la historia y ahora los políticos se dedican todo el día, no a afrontar los problemas reales de los españoles, sino a hacer electoralismo hasta almorzar y luego todo el día. Donde dije digo, digo Diego. Y dicen las cosas con tal contundencia que hasta parecen verdad. Errejón, otro transfuga, dijo que se comía tres veces al día en Venezuela y ahora se pone de perfil. Ahora se descarga de bolivarianismo porque hay que seguir cobrando del erario público que se está muy bien en la poltrona, mientras los que te pagan se levantan a las seis de la mañana a currar de verdad. Claro que el transfuguismo a pequeña escala también existe, Armengol es un buen ejemplo del mismo: cuando le dieron la patada a Sánchez en su partido, dejó de ser sanchista. Cuando volvió el del Falcon con la moción de censura, pues volvió a ser sanchista. Hoy sanchista, mañana, no. Se quejaba de que Marianín financiaba mal a Baleares y su Sánchez lo hace peor, y tan calladita y tan sanchista está: ¡chitón!