En algunos sitios a los niños apenas se les enseña castellano hasta que llevan varios años escolarizados y sí algo de inglés. Eso no se puede permitir, ya no por adoctrinamiento, sino porque se está jugando con el porvenir de los muchachos. Es alucinante que estemos llegando a esos extremos de estulticia gracias a una serie de políticos aviesos que son capaces de destrozar hasta la educación con tal de propalar su secta de campanario, pillar votos; pero si les da lo mismo cargarse la historia de España y de Ibiza, inventarse una nueva, radicalizar la sociedad, acabar con las libertades (y eso que se suelen definir todo el rato de antifranquistas, pero son más papista que el Papa lunfardo Francisco). Con lo fácil que es aprender dos lenguas bien y si se puede tres, incluso chino; pero, claro, lo que se trata es acabar con la mitad de tu propia cultura, de cercenar todo lo que huele a hispano comenzando por la lengua y terminando por el genérico o cargándose hasta el retorcimiento la ortografía, y a Nebrija y al genial Díaz del Castillo entero, como hace un alcalde balear en sus bandos festivos, y hasta se cargan la toponimia, ahora resulta que Palma es “sin Mallorca”. No quieren que los niños aprendan la segunda lengua del mundo y eso que a las autoridades educativas les ampara la Constitución que dice a las claras que vivimos en una comunidad bilingüe y que lo deseable sería aprender bien el ibicenco y el español y si se puede, que tampoco nos vendría nada mal, el fenicio que ya hay una profesora en Barcelona que ha reconstruido esa lengua que fue tan ibicenca. El saber no ocupa lugar y cuanto más saber, menos ocupa, el adoctrinamiento si lo okupa todo, y en eso están estos gerifaltes y krustys que nos gobiernan aquí y acullá.