El pasado lunes en el Consolat de Mar se celebró un acto que es tradición no en el Govern, sino en la gran mayoría de instituciones desde tiempo inmemorial. Tuvo lugar la entrega del retrato del expresident del Govern, José Ramón Bauzá, y fue colocado en la capella junto al cuadro de sus predecesores. Algún día, cuando Francina Armengol abandone la presidencia, cosa que inevitablemente sucederá en algún momento que unos desean tardío y otros ansían próximo, también ella, la primera mujer presidenta del Govern, será inmortalizada y colgada su representación pictórica en la pared. Como debe ser. Las personas que ostentaron tan alta representación merecen un respeto y aún mayor si lo hicieron venciendo unas elecciones democráticas. Pero no todo el mundo opina así.

El candidato de Podemos a la alcaldía de Palma, Alberto Jarabo, calificó de «vergonzoso» que el retrato de «Dorian Bauzá», gracieta literal, esté colgado en el Consolat. Para sustentar su parecer dijo que «no hay ninguna persona que pueda tener un buen recuerdo de Bauzá». Tal afirmación es fácil de rebatir porque en las elecciones autonómicas de 2015, en las que Bauzá fue el candidato del PP, obtuvo 121.981 votos; una cifra que no puede ser considerada «ninguna persona». Por el contrario, Jarabo, que fue el cabeza de lista de Podemos, logró 62.868 sufragios. Casi el doble de votantes preferían a Bauzá antes que a Jarabo. Si aún le quedan ganas de seguir faltando al respeto a un expresident solo porque defendía -y defiende- postulados políticos distintos a los suyos, debe estar dispuesto a recibir el mismo trato de sus adversarios, aunque es dudoso que haya mucha gente capaz de rebajarse a ese nivel de mezquindad que seguramente explica por qué cuatro años más tarde, él ya no es ni el secretario general de Podemos ni el candidato a presidente del Govern. Supongo que de esto no culpará ni a Bauzá, ni a Mateo Isern, ni al PP, aunque no hay que descartarlo porque siempre acaba ahí mismo, como se pudo ver en el último debate televisivo.

Hay que agradecer que, al menos, ya no se refiera a Jarabo como ‘molt poc honorable’. Algo de compostura y modales puede que haya aprendido tras cuatro años como diputado en el Parlament, donde por lo general la gente suele ser amable y educada. Aunque quizá por eso él ya no volverá a ser diputado autonómico. Lo que es del todo descartable es que pueda algún día ver su retrato colgado en alguna institución. Por algo será.