¿Alguien sabe de alguien que no quiera crecer económicamente? En 2015, la izquierda inventó lo que llamó ‘crecimiento cero’, el eslógan de campaña del frente popular PSOE con MES (el chavista Podemos) que en cuatro años nos situó en la senda de la crisis y entre cuyos votantes nace la iniciativa PROU (Basta). Como lo leen.

Basta diremos en mayo al gobierno marxista Armengol, que impone una lengua extranjera mientras anuncia sus ‘mossos de cuadras’ y la anexión al dislate de ‘los países catalanes’, ese asalto a la historia y raíces idiomáticas del viejo reino de Mayurca por quienes venden como imperio unos condados (hasta el tratado de Corbeil en 1258 la mitad eran franceses) que jamás fueron nada políticamente excepto en Aragón y España, cuyo nombre franco significa Castilla (catalán) y cuya lengua - llemosí - proviene de la occitania, aunque si lo cuentas te llamarán fascista.

Otro dogma absurdo que ese marxismo novecentista, totalitario y ruinoso de la izquierda balear suma a esa entelequia que pretenden vender: el mal de las islas es el turismo del que protestan (TourismTerrorism) y del que proclaman estár hartos; PROU (BASTA).

Instalados en el sueño bucólico de una Ibiza rural sólo de ovejas y almendros, los titulados ‘progresistas’ jamás protestan por la riqueza con que el turismo capitalista regó las islas desde los años 60, sacando a los ibicencos de la más absoluta miseria, algunas de cuyas gentes andaban semidesnudas en los años 30, como lo cuento (ellos no se lo contarán).

Ibiza jamás produjo nada salvo sal para exportar, un negocio de pocas familias. La ropa, como lo demás, debía importarse y pagarse; y el pagès no tenía con qué. El ibicenco rural de los 70 creó con esfuerzo sólidas empresas cuyos hijos hoy gestionan con éxito tras formarse en universidades fuera de Ibiza y cuyos estudios sus padres pagaron con turismo y sudor.

Los progres no protestan por los descuentos de residentes que sus abuelos jamás soñaron, el nuevo hospital de Can Misses o las decenas de colegios insulares. Les escuece ver bailar al turista millonario con yate en una magnífica villa o en los exitosos beach clubs, que también han prohibido, arruinándolos. Recuerden este aforismo: «Muchos miran al empresario como el lobo a abatir, otros como la vaca a ordeñar, pero pocos lo miran como el caballo que tira del carro».

Decía Savater: «El populismo es la democracia de los ignorantes». Prometieron vivienda social y tras casi cuatro años ni un solo ladrillo pusieron, a pesar de que nuestras instituciones son los mayores tenedores de suelo gratis, casi todo expropiado a empresarios a cambio de licencias de obra, esas que también prohibieron. Ya saben, crecimiento cero.

Prohibieron al payés construir en su tierra, condenando a estas gentes propietarias a ser proletarias como sus abuelos, volver a sembrar patatas manteniendo los campos arados y bonitos para que el visionario ‘progre’ pueda dar un paseo los domingos con su mujer y el perrito. Ya saben, «progresista es aquel que es generoso con lo ajeno.»

El centro de Ibiza, laboratorio sociológico marxista, es hoy un estéril lugar de paseo desierto de turistas que no visitan la ciudad porque no pueden aparcar. Dile a un holandés en el aeropuerto que sólo alquilas bicicletas y veras qué responde. El turismo pide coches para visitar Vila o el mercadillo hippie de es Canar, comer en el bar Anita, nadar en Salinas o una puesta de sol ante es Vedrà... pero en coche, no en bici.

Las imágenes de policías expulsando a medianoche a los turistas del West End dieron la vuelta al mundo. Centenarios negocios en Vila, hoy sin párkings, fenecen ante la mirada indolente de Rafa Ruiz, cuyo sueldo para experimentos sociológicos viene de los sufridos ibicencos. Ya saben, en cada generación aparece un grupo de iluminados que creen que el socialismo fracasó porque no lo aplicaron ellos.

El experimento ‘progre’ en Formentera prefirió prohibir el fondeo náutico a disponer de muertos ecológicos para la flota, una nueva industria que hubiese regado con cientos de miles de euros las pitiusas, mientras la vicepresidenta Marta Díaz se corona reina de la moda Adlib con viajes que dan la vuelta al mundo en kilómetros, una moda que gracias a la ecotasa nadie comprará, las tienda están vacías y el centro desolado.

No era progreso lo que nos vendió el pacto ‘de progreso’. Era otra re-edición de ese marxismo caduco que asola naciones hermanas y que Tocqueville retrató: «El socialismo es una nueva forma de esclavitud».

Bienvenidos al socialismo del siglo XXI. Desde VOX acabaremos con él.
«El conformismo es la forma moderna del pesimismo. La verdad se defiende sola, la mentira necesita ayuda del gobierno». Antonio Escohotado (Fundador de Amnesia)