Se ha puesto de moda revisar la Historia. El problema es que no lo hacen historiadores profesionales como Cateura y Tudela, que acaban de sacar un libro muy documentado indicando que no hubo tanta crisis en Baleares en la segunda mitad del siglo XV, sino que lo hacen estultos que lo mismo opinan del acelerador de partículas que de la memoria histórica, sin haber visto ni un documento verdadero de la Guerra Civil como el expediente de la Causa General dedicado a reflejar las atrocidades que hicieron con varios sacerdotes en Formentera. En la Transición hubo un pacto social por el cual se prescindía del cainismo y el país tiraba hacia adelante. Todo eso se ha dinamitado porque el discurso político es de tan bajo nivel que hay que echarle de comer aparte, hay que llenarlo de tonterías que se expanden rápidamente porque su correa de transmisión es un sistema educativo pulverizado. ¿Se imaginan al president del Consell de Ibiza diciéndole a Salvini que pida en nombre de Roma perdón a los ibicencos por la conquista romana de lo que fue una floreciente isla fenicia? Pues en esas estamos, en lo local y en lo global. Ahora nos sale el presidente de México, el zapateril López Obrador (su mujer lleva en el país azteca lo de la Memoria Histórica), escribiéndole al rey de España para que pida perdón por la conquista de México. El propio Obrador también debería pedir perdón por cómo los aztecas sojuzgaban a muchos pueblos indígenas. ¿O es que alguien se cree que Hernán Cortés y sus cuatro caballos conquistaron un imperio de millones de personas? Con Cortés trabajaron mano a mano los tlaxcaltecas, miles de soldados. Y por cierto, no se entiende México sin sus monumentos coloniales, sin Guanajuato y sin Zacatecas, sin la Universidad y sin los diputados novohispanos en las Cortes de Cádiz: de allí salió nuestra Constitución, López.