Después de seis meses de letargo, el barrio de la Marina ha vuelto a despertar. Ha llegado abril y con él, la reapertura de negocios, los primeros turistas, los trabajadores de temporada y también los problemas para quienes vivimos en la zona. Me refiero principalmente a los ruidos a cualquier hora del día de visitantes que entran y salen de sus casas de alquiler vacacional en edificios plurifamiliares. Pero esa es otra historia.

Llevo poco tiempo viviendo en Ibiza, aunque el suficiente para darme cuenta de que esta zona tiene un serio problema. Ya no es como me contaban mis suegros el barrio que era antaño. Se ha convertido en una zona exclusivamente turística. En invierno el barrio muere. Apenas vivimos unos pocos vecinos que no tenemos nada que hacer allí. Ni comercios de ningún tipo, salvo el puesto de la señora María en el Mercat Vell, ni un mal bar donde tomar una cerveza al lado de casa. Cuando cae la noche incluso voy con cierto miedo cuando ando sola por la calle.

De repente llega el buen tiempo y las tiendas, bares y comercios varios abren sus puertas y los turistas brotan como setas. Y es que esos comercios y esas tiendas son para ellos. Para los guiris. ¿Quién sino va a pagar una copa de vino normalito a 4 euros? Sí, eso es lo que me clavaron hace un par de días, cuando, contenta porque tenía dónde tomar algo junto a casa, decidí entrar a uno de estos bares. Nunca más.

Me gusta mi barrio, pero creo que ha perdido su esencia. Esta zona no puede ser solo para turistas. En mi opinión, se debería fomentar que abran otro tipo de negocios y que lo hagan durante todo el año. Quizás así más gente se animaría a vivir en la zona en invierno y al llegar esta época la Marina no tendría que reabrir, porque nunca cerraría.