Parece que a Cristina Ribas le indigna que la llamen tránsfuga. Y lo dice en las redes sociales, donde evidentemente cuenta con el apoyo de los que han sido sus compañeros de gobierno en Sant Antoni. Pero la tránsfuga ya tiene su premio mientras sigue negando su condición política. Irá de número dos en la candidatura de Simón Planells, candidato del PSOE. Lamento decirlo porque pensaba que Planells era una opción de futuro para el PSOE, solvente y preparado, moderado, pero su carrera siempre estará manchada por llevar en sus listas a la que fue integrante del PI en las pasadas elecciones y que dejó su partido, que no su cargo, por conveniencia política. No sé si ese error ha sido de Planells o de su partido, pero poner de dos a una tránsfuga en las listas no pasaba ni en la etapa más rancia del PP, allá en la década de los noventa. A los tránsfugas se les solía utilizar durante unos meses para sacar los temas más importantes en los plenos y luego, al acabar la legislatura, se les agradecían los servicios prestados y a otra cosa. Así ocurrió en el Parlament con Carles Ricci o Carles Peralta, históricos tránsfugas que votaban según su conveniencia tras abandonar sus partidos políticos; pero a Cañellas nunca se le ocurrió colocar a ninguno de ellos en la candidatura del PP.

Planells ha dado un salto cualitativo y ha metido a Ribas de número dos. No de cuatro o de cinco, sino de dos, lo que da una mayor importancia a lo ocurrido hace unos meses cuando la tránsfuga abandonó el partido que le permitió ir en listas y ser elegida concejala. Un episodio nada edificante que seguramente los vecinos de Sant Antoni tendrán muy en cuenta a la hora de votar.