Habrá quien pretenderá que porque la Audiencia Provincial haya absuelto a Jaume Matas, no quepa sacar de ello ninguna conclusión favorable para el expresident. Que los magistrados de la sección 2ª, a falta de pruebas e indicios concluyentes, le absuelvan de los delitos de prevaricación, malversación y falsedad en el juicio del ‘caso Turisme Jove’, porque no hay pruebas en su contra no significa nada, y menos que sea inocente. Si se tratara de otro reo sería distinto, pero no en su caso, ¿verdad? Según extensa y consolidada doctrina política de otro magistrado de la Audiencia (ahora en excedencia) Juan Pedro Yllanes, aspirante a presidente del Govern y por tanto, a suceder a Matas, la conducta criminal y delictiva está unida al ADN no solo del expresident, sino también al del PP y por extensión, a todos sus integrantes. La corrupción política es ahora un rasgo genético característico. Alberto Jarabo, candidato de Podem a la alcaldía de Palma, va más lejos y sostiene que el PP la inocula. La genética puede servir tanto para enaltecer a un colectivo como para degradarlo, pero que nadie vea aquí racismo, aunque lo parezca.

La absolución de Matas es extraordinaria. Se trata de la primera vez que algo así sucede. Pocos cazadores dejan escapar una pieza cuando tienen ocasión de abatirla. Venir ahora con tecnicismos del estilo in dubio pro reo y otros latinajos para no hacer lo que es debido, es andarse con añagazas. Se absuelve a Matas y coincidiendo en el tiempo, se señala al juez Manuel Penalva, al fiscal Miguel Ángel Subirán y varios policías que investigaban el ‘caso Cursach’, según Jarabo. Parece que con poco respeto por la legalidad y presuntamente pisoteando el Código Penal. Creyeron que eran «intocables», que estaban por encima de la Ley. Craso error.

La sentencia no intranquiliza porque absuelva a Matas. Más bien porque un director general del Govern, Juan Francisco Gálvez, ordenó beneficiar a un empresario. Al ser descubierto, Gálvez dijo haber actuado recibiendo órdenes y apuntó a Matas. Fue considerado «arrepentido» por la Fiscalía. Su pena cayó en picado: de los 10 años de cárcel a los que inicialmente se enfrentaba, fue condenado a tres en un juicio de conformidad. Gran recompensa. Años más tarde han sentado a Matas en el banquillo sin más pruebas. Ha sido absuelto. Matas no quiso pactar con el fiscal. ¿A cuántos habrán acusado sin pruebas y por miedo a ir a la cárcel habrán confesado falsamente su culpabilidad? Demasiados.