Hace poco más de dos meses que el Parlament aprobó la Ley de Cambio Climático y Transición Energética de las Illes Balears. Los objetivos, que están pensados a medio y largo plazo, requieren del esfuerzo de todos: entes públicos, entes privados y de cada uno de nosotros. Se quiere que para el año 2050 Baleares use solo energías renovables y, según las previsiones, para el 2030 se habrá reducido en un 23 % el consumo energético y en un 40 % las emisiones contaminantes. También está la guerra contra el plástico en la que la comunidad autónoma puede presumir de ser pionera y que ya pone un coto a partir de 2021. En dos años, gracias a la aprobación de la Ley de Residuos, se suprimirán numerosos enseres plásticos para ser reemplazados por materiales biodegradables. Dos leyes fundamentales si queremos cuidar nuestro planeta y que han conseguido que todos rememos en el mismo sentido. Pero, ¿qué pasa con el papel? Parece ser que no es igual de importante. Lo digo porque, desde hace días, los buzones se nos están llenando de propaganda electoral. Un informe publicado por la Asociación Española de Fabricantes de Pasta, Papel y Cartón habla de un consumo de 6,6 millones de toneladas en España en 2017. Por cada tonelada de papel necesitamos 14 árboles, 100.000 litros de agua y 3.000 KWh de energía, emitiendo 1.4 Kg de CO2 a la atmósfera. Ahora solo hay que hacer cuentas para ser consciente de lo que supone consumir papel a diestro y siniestro. ¿Realmente es necesario mandar esa carta? Yo he visto cómo muchas personas las han tirado directamente a la basura sin ni siquiera abrirlas. De repente, tenemos una tormenta de ideas perfecta en nuestro buzón y es posible hacer todo lo que nunca se ha hecho. Se acaba el tiempo, pero tenemos papel para rato. O no.