Pedro Sánchez visitó Ibiza el pasado miércoles como una aparición de media hora. Con Vara de Rey como escenario, se mostró como un santo; saludando con cariño y sonrisas, tocando a niños y adultos, abrazándolos, estrechando sus manos e, incluso, regalándoles selfies.

Vino a prometer la vida eterna de la isla y la esperanza en un futuro ante el que, si creemos en él, no tendremos nada que temer. No habló con los medios porque no lo necesitaba; ya se dirigiría a estos una hora después en Palma, una ciudad como Dios manda, para lanzar el mensaje que traía cosido a los labios. Y es que Pedro Sánchez recrea estos días santos su resurrección política, la misma que lo elevo a los altares de la presidencia del gobierno y que lo sitúa hoy en lo más alto de las encuestas.

Pablo Casado, por su parte, congregó a 700 personas en nuestra isla a las que habló alto y fuerte, cosechando aplausos mientras derrochaba esa confianza tan española de los hidalgos de capa y cuna. Si llega a la Moncloa aseguró que mirará a Baleares “con cariño”, aunque esa promesa ya la hemos escuchado tantas veces de otros ojos y de otras bocas que nos convence menos que el miedo a un supuesto purgatorio. Si confiamos en él retirará la Ecotasa, que parece perjudicarnos más que nuestros precios irreales y alcistas que espantan a turistas de allende los mares, y se comprometió a combatir una ‘turismofobia’ que no sabíamos que padecíamos. También volvió a prometer ayudas a los pequeños empresarios, curiosamente las mismas de otras elecciones tan distintas pero tan iguales a estas y que, como tenían demasiada letra pequeña, nunca se cumplieron.

Javier Ortega Smith reunió en Ibiza a 400 simpatizantes de Vox, que dejó hace tiempo de ser un nombre de diccionario para convertirse en una nueva palabra destinada a escandalizarnos y a sorprendernos a partes iguales. Como si de un obispo dirigiéndose a sus fieles se tratara, aseguró en nuestra isla que su partido nació «por el hartazgo y la rebeldía de quienes no aceptábamos ver en los medios de comunicación la colección de odio, de traición, de desprecio y de miseria hacia todo aquello que amamos: compatriotas, símbolos nacionales, administraciones y jefe del estado». Cuántos términos oscuros invocaron sus arengas en las que afirmó que derogaría la Ley de Normalización Lingüística de Baleares, que frenaría la invasión islamista que nos atenaza y que salvaría a los hombres de la discriminación a la que las mujeres los estamos sometiendo. Ante tales “versos” solo podemos sentir escalofríos.

Unidas Podemos, mientras, da caramelos a los pensionistas, hoy enfadados con los gobiernos a los que siempre votaron y que les han dado ‘gato por liebre’, buscando arañar los votos de los jóvenes a los que han perdido tras convertirse en ‘casta’. Hechos producidos en una plaza donde Ciudadanos pasa de puntillas, porque en las islas les falta el gancho de los guapos con estilo que ondean en ámbito nacional, mientras hacen equilibrios para contentar a todos, sin saber que lo que realmente buscamos los humildes mortales es poder escoger a gobernantes que administren bien ‘nuestros dineros’ y que se comporten como gestores en vez de como dioses; que de esos, en Ibiza ya tenemos muchos.