Los resultados de las elecciones del pasado domingo manifiestan que España va a una gran velocidad política, y que la inercia es de tal magnitud que el futuro político y económico es insondable. Un país sin estabilidad, sin tener claro lo que es, ni lo que fue, ni lo que será, es difícil que pueda planificarse a largo plazo y modernizarse; bien es verdad que en España e Ibiza tenemos un sector turístico tan potente que podríamos vivir tranquilamente con todos los políticos en barrena.

A mí juicio es una pena, no que gane un PSOE sin sentido de Estado, sino que pese a todas sus tropelías antidemocráticas vuelva Tesinando Sánchez, y encima como un Calígula ungido por la urnas. Lo lógico es que a este morlaco de pacma y falcon, sin principios, solo con sus finales, lo dome Rivera y lo aleje de las sirenas, los rufianes, oteguis y demás chusma. Y si no es así, pues que Dios nos pille confesados porque vamos a estar a merced de una minoría desvertebradora cuyos votos valen el triple que el voto de un españolito de Palencia o de Ibiza. La entrada en el hemiciclo de Vox puede servir para que el jienense-catalán Rufián cuando esté frente a Abascal, se corte un poco, Abascal impone. Por otra parte, tener en el Congreso, no a una mujer de cuota, sino a una persona tan brillante y ágil como Arrimadas puede dar mucho juego en la próxima minilegislatura.

Tras lo del domingo a mí me queda un sabor agrio. Creo que los antidemocráticos están domeñando a un gran rebaño, pastoreado por algunos de los políticos más nefastos y de más bajo nivel que hemos tenido nunca. Una realidad política que nunca hemos tenido y que veremos a qué nos aboca.