No soy fumadora. Nunca lo he sido. Soy mucho más feliz desde que no se permite fumar en los bares y espacios cerrados. Es así. Odiaba llegar a casa oliendo a cenicero. No obstante, cuando se trata de un espacio al aire libre como es una playa, la verdad, es que me da igual si quien está a mi lado se enciende un cigarrillo. Al final el humo, vuela. Lo que no soporto es llegar, echar mi toalla en la arena, tumbarme y de repente, darme cuenta de que estoy rodeada de colillas que algún guarro (no tengo otra palabra para definirlo) ha decidido dejar ahí, enterradas. Este mismo fin de semana me ocurría, y la temporada no ha hecho más que empezar...

El Govern balear está animando a los ayuntamientos costeros de las islas, entre ellas Ibiza, a integrarse en una red de playas sin humo. La idea es principalmente sensibilizar a la población de la importancia de no dejar residuos en espacios naturales. Y es que las colillas tardan más de 10 años en descomponerse. Además, la mayoría acaba en el mar. Hay más filtros de cigarrillos en nuestros mares que plásticos y uno solo contamina hasta 8 litros de agua. Ante esto, muchas playas de Baleares serán espacios donde no se permita fumar. Una noticia de la que por cierto se hizo eco la prensa británica más sensacionalista avisando en sus titulares a los posibles turistas de que «la policía patrullará las playas para que no se fume». Eso sí, no habrá sanciones. ¿Entonces? ¿Creen que los fumadores se dejarán el paquete de tabaco en casa y se acabará el problema? En Ibiza ya existe alguna playa declarada espacio sin humo desde hace varios años y las colillas siguen apareciendo enterradas bajo la arena.

Me parece que el fin de esta iniciativa es bueno pero la forma no tanto. En vez promover playas sin humo, ¿no sería mejor actuar para que quien fume no use la arena como cenicero?