Viste como quieras, pero sé elegante». Me gusta la frase acuñada por Smilha, gran embajadora de la moda Ad-Lib, para despertar a las Pitiusas de los horrores estéticos en que se han despeñado incomprensiblemente tantos de sus nativos y forasters. Ibiza y Formentera siempre fueron elegantes, con una cierta bohemia corsaria y la sencillez de la ausencia de clases. Hasta hace poco no existía esa horterada de los cordones Very Indecent People ni tantos merluzos aspiraban a convertirse en asistente personal de algún millonario sin imaginación (es la profesión más en boga ahora que se acerca la temporada).

Me gusta Ad-Lib porque evoca el placer pitiuso. Estas son islas hedonistas donde pescadores, príncipes, payesas y actrices compartían la misma mesa. El único baremo, hasta la llegada de la nueva hornada de Relaciones Públicas (¡ojalá fueran púbicas!) siempre fue la personalidad. Hay que rebelarse contra la dictadura de ese nuevo listón social que es el más bajo denominador común. Y si te prostituyes, que sea a lo grande. Ya decía el Marx bueno, o sea Groucho, que él había hecho cosas espantosas por dinero, como levantarse temprano para ir a trabajar. Lo importante es que no se note, recuperar la sprezzatura renacentista en que no estaba bien visto presumir de trabajar ni quejarse como un triste cabestro que no sabe salir del redil existencialista. Y recuperar la elegancia y la cortesía que hacen más amable la vida. A eso ayuda Ad-Lib y la dionisiaca hoja de parra que recomendaba Antonio Gala para un escorzo que tape esas vergüenzas de las que, en el fondo, nos sentimos tan orgullosos.