Ibiza navega entre la incertidumbre de la iniciativa «BASTA» y la propuesta «crecimiento cero», cuya idea de progreso es detener el progreso social que financia nuestra floreciente industria turística, apostando por un solo modelo, el familiar.

Quienes pretenden semejante entelequia no respondieron a la pregunta esencial en el debate de PROU: ¿Puede vivir Ibiza únicamente del turismo familiar? Aquel día la moderadora asaltó interrumpiendo las preguntas del público para evadir la cuestión: ¿Cómo se pagará la factura social viviendo solo del turismo familiar?

Volver a aquella Ibiza bucólica de los 70 -corderos y casas payesas, psicodélicos hippies y un incipiente turismo familiar- no resuelve los privilegios que el turismo musical trajo: descuentos en vuelos, modernos hospitales, decenas de colegios, alcantarillado y cien cosas más.

Inversiones de 700 millones de euros huyeron de Ibiza por la inseguridad jurídica de los amigos del BASTA, quienes gustan llamar totalitarios al decreto con que gobiernan, sustituyendo la ley y estigmatizando a nuestra única industria.

La reducción (25%) en inversiones del Estado colapsó infraestructuras esenciales, aunque desde «BASTA» culpen al turismo y niñatos “revolucionarios” promuevan eslóganes suicidas como #TourismTerrorism, desconociendo las estrecheces que sus abuelos sufrían. Ilusos.
Un ejemplo de colapso en nuestras infraestructuras son las depuradoras y desaladoras, al 40% de capacidad. Los amigos del BASTA utilizan la falta de agua para detener 500 viviendas sociales vitales, un derecho reconocido en la Constitución que conculcan. Pretenden resolverlo asaltando la propiedad privada y expropiando al propietario de su libertad de alquiler, cuyos ingresos resuelven la economía de miles de familias.

Las prohibiciones-decretos ahuyentaron el interés inversor que enriquece a todos; gremios como carpinteros o decoradores, jardineros, arquitectos y albañiles; ayuntamientos y licencias de obras; el esencial sector del ocio y moda, restaurantes, bares, discotecas o el ecológico y moderno sector náutico, cuya enorme riqueza equilibra al masivo turismo clubber que tampoco volverá.

El utópico sueño de una Ibiza sin coches olvida que los turistas no buscan «vacaciones en bici» y el transporte público no será jamás como en una ciudad. Quienes atacan al coche jamás van al mercadillo de Las Dalias pedaleando. Negar los usos de los turistas intentando imponerles hasta el catalán, convierte Ibiza en un peligroso laboratorio social marxista.
Tras la peatonalización, los viejos negocios del centro fenecen sin turistas que visiten la ciudad. Solo en los juzgados y sa Graduada (zona en obras) olvidaron hacer 1.000 plazas soterradas. Bajo el parque de la Paz cabrían otras mil. La creación de otro parkin subterráneo de 10.000 plazas desde la rotonda de Juan Carlos I hasta el Club Náutico evitaría colapsar con coches el centro, manteniendo las visitas al comercio, de cuyos impuestos vive tanto político iluminado. Infraestructuras a coste cero. Las haría la iniciativa privada.

Venden al ciudadano el falso decreto de «protección de posidonia» sin resolver la contaminada Talamanca, donde vierten el ácido salobre de las depuradoras. En los 13 millones de m2 del parque, la flota sólo visita el 0,14%. Dótese a esa zona de fondeos ecológicos, señores. Recurrir a la prohibición es la casposa solución de la envidia contra el rico, no del gestor responsable. Frente al fondeo ecológico prefirieron llamar al Rainbow Warrior de Greenpeace el día del decreto para iniciar la «caza del yate», fotografiarlo, llamarlos delincuentes y multarlos.

BASTA decimos quienes vemos cómo se prohibió las hierbas ibicencas home-made o bailar en las playas; la música en áreas turísticas maduras pasadas las 23:00 horas; multar una de las fiestas más notorias en el mundo, los openings y closings; limitar hasta el absurdo los horarios en terrazas expulsando con policías al turista, mientras prohíben también al pagès construir en sus tierras. Este verano han prohibido abrir a la mítica discoteca KU, hoy Privilege. ¿Qué se puede esperar de un gobierno que prohíbe hasta la enseñanza del español?

Decía mi admirado Antonio Escohotado: «No Pepe; las sociedades sólo prosperan cuando se dan dos premisas: la libertad y el cambio». Regular con sentido común la convivencia, adaptándose a las cambiantes necesidades de las prósperas sociedades abiertas, es tan necesario como un craso error gritar BASTA al turismo.

Nuestra prosperidad se enfrenta a una dura competencia de otros mercados sometida a una carísima administración llena de regulaciones «obstáculo» y decretos, prohibiciones e impuestos, que asaltan con multas y persecución a nuestra clase trabajadora, mientras Ibiza continúa siendo un obsceno ejemplo del peor urbanismo, sucia y abandonada.
¿BASTA? Hombre, pues sí, pero a todo este disparate, que en ibiza cabíamos todos. Recobremos el sentido común.

«Todo lo que hemos descubierto es neutro en sí mismo. Somos nosotros quienes sacamos las cosas de su neutralidad haciéndolas buenas o malas». A. Escohotado.