Jesús después de anunciar su partida, resume sus preceptos en uno solo: El Mandamiento Nuevo. Lo repetirá otras veces en el discurso de la Cena. San Juan en su primera carta insistirá en la necesidad de vivir este mandato del Señor y en las exigencias que comporta.
El Mandamiento Nuevo que el Señor nos da es que nos amemos unos a otros, como él nos ha amado. «En esto conocerán todos que sois mis discípulos», si nos tenemos amor entre nosotros. No puede separarse el amor al prójimo del amor a Dios. Sabemos que Jesucristo es la misma pureza, la misma humildad, sin embargo no pone como distintivo para sus seguidores ninguna de estas virtudes, sino la caridad.

«Amaos unos a otros como yo os he amado», nos dice el Señor. Cristo nos amó hasta morir por nosotros. La prueba más convincente de que el Señor nos ama. Nosotros, si somos cristianos, discípulos de Cristo, deberíamos amarnos con obras y de verdad. Así ocurría realmente entre los cristianos de los primeros siglos en medio de la sociedad pagana, de modo que, como escribe Tertuliano a finales del siglo II, todos podían decir al ver la vida de aquellos fieles: «Mirad cómo se aman». Nos encontramos en el siglo XXI y todavía sigue siendo un mandato nuevo, porque muy pocos hombres se han preocupado de practicarlo. Muchos prefieren no enterarse para no complicar su vida. Esa actitud no cabe entre los cristianos.