Quien ha vivido las elecciones desde el espíritu del 78 hasta la llegada de aquel personaje tan pernicioso, o sea Zapatero, más uno de sus dos abuelos; quien haya conocido los densos debates argumentados de antaño y programas televisivos como La Clave, etc., presto se da cuenta que el político de fuste (Tamames, Sartorius, Fuentes Quintana, Abril Martorell, Piqué, el Borrell de antes) se ha extinguido para dejar paso a una caterva, ya no de políticos sino de influencers, que generalmente no tienen idea no solo de gestionar una Administración cualquiera, sino que tampoco saben gestionarse a sí mismos. Ni siquiera cuando balbucean las consignas que les inoculan, tienen idea del alcance de su primitivismo sociológico. El caso más claro son los exabruptos de esa podemita cool, que pronto se podrá colocar y cotizar por vez primera, Isa Serra, contra las donación de unos sofisticados aparatos para diagnosticar precozmente el cáncer de mama, aparatos regalados a la Seguridad Social, a todos, por Amancio Ortega. La influencer Isa considera que don Amancio casi ofende por tan millonaria donación. No podemos tener en las instituciones a influencers, sino gente capaz de apechugar y solucionar los problemas cotidianos, y si se puede, capaces de ir modernizando el futuro. No puede ser que el Congreso o el Parlament o el ajuntament de turno sean asambleas infantiloides. A la hora de elegir este domingo creo que, dado que son elecciones de cercanía, hay que olvidarse de votar a quien más veces ha llamado fascista al otro y hay que decidirse por quien tenga más capacidad de gestión y a la vez menos capacidad de decir paridas: que concurran las dos cosas es lo difícil.