Este domingo es la solemnidad de la Ascensión de Jesús al cielo, hecho extraordinario con el que se consuma la encarnación del Hijo de Dios, y estando desde entonces en el cielo, a la derecha del Padre, intercede por todos nosotros y nos ayuda.

Además, celebramos que hemos tenido la suerte y la alegría de comenzar un nuevo mes de nuestra vida aquí en la tierra y este mes de junio es el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. A lo largo de este mes, en todas las parroquias estamos invitados a honrarle y venerarle y de modo especial en su fiesta principal que este año será el viernes día 28 y además, aquí en Ibiza, como hace ya muchos años, celebraremos también en la tarde del domingo día 30 en el grande e impresionante monumento al Sagrado Corazón que tenemos en la montaña a Él dedicada y que fue construido por el obispo Antonio Cardona Riera, obispo nacido aquí en Ibiza y que ha sido el obispo que más tiempo que los demás ha regido esta buena diócesis.

Cuando hablamos del Corazón de Jesús nos referimos a lo más íntimo de su ser, a lo que le mueve en todo momento, a su amor: un amor que en Jesús es humano y divino al mismo tiempo. La genuina devoción al Corazón de Jesús lleva hacia lo más íntimo de su persona, hacia su conciencia profunda, hacia su decisión de entrega total a nosotros y al Padre. Esta devoción nos sigue ayudando a contemplar lo que es esencial en la vida cristiana, esto es: la caridad. No se trata sólo de contemplar una imagen, de venerar una reliquia o de recitar una serie de plegarias: la genuina devoción al Corazón de Jesús es vivir la fe cristiana a la luz del misterio del Corazón de Cristo. Es vivir la vida diaria iluminada por la fe en el amor de Jesucristo, revelación del amor del Padre y fuente de su designio amoroso de redención también para el mundo de hoy: esto supone dejarse transformar por la gracia del misterio mismo del Corazón abierto de Cristo, que ha entregado su vida en la cruz por amor a la humanidad, que nos ama a cada uno con corazón misericordioso, y que ha resucitado para llevarnos a la vida misma de Dios.

Como nos dijo el papa Francisco, el Corazón de Jesús, “no es sólo el corazón que tiene misericordia de nosotros, sino la misericordia misma. Ahí resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado. Al mirar a ese corazón, renuevo el primer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo” (Homilía 03.06.2016).

El Corazón de Jesús nos muestra que el amor de Dios no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido. En él vemos su continua entrega sin límite alguno; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, que deja libre y nos hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama “hasta el extremo” (Jn 13,1), está inclinado hacia nosotros, especialmente hacía el que está lejano; es la ‘debilidad’ de un amor particular, porque desea llegar a todos y no perder a nadie.

Y así, adorando y cultivando cosas de ese buen Corazón de Jesús, aprendemos a conocer bien el sentido verdadero y único de nuestra vida y de su destino, a comprender el valor de una vida auténticamente cristiana, a evitar ciertas perversiones del corazón humano, a unir el amor filial hacia Dios con el amor al prójimo, como nos decía San Juan Pablo II. La principal necesidad de toda persona está en encontrar un amor que dé un sentido pleno a su existencia: el ser humano, el hombre y la mujer, está hecho para amar y para ser amado. El Corazón de Jesús es la fuente del amor misericordioso de Dios, donde podemos experimentar el amor de Dios, sanar nuestra afectividad, enderezar nuestra voluntad y encontrar el estímulo para amar a nuestro prójimo.

Así que la celebración de este mes nos haga ofrecerle claramente nuestro amor, correspondiendo así al amor que Él nos tiene y hagamos todo lo que podamos para atraer a todas las personas a Cristo, llevándolas al encuentro personal, efectivo, transformador y salvador con el Corazón de Cristo: es la fuente a la que debemos recurrir por conocer a Jesucristo, experimentar su amor y testimoniarla con obras a los demás.

Que este buen mes, pues, acreciento de nuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús, participando en los actos en su honor, nos haga ser buenos y misericordiosos, cariñosos y contemplativos como Él es y nos enseña.