Dice el diccionario que un ‘pacto’ es un convenio o tratado solemne, estricto y condicional entre dos o más partes en que se establece una obediencia a cumplir uno o varios acápites establecidos en un contrato formal y en que ambas partes se comprometen a ejecutar ciertas acciones y a recibir retribuciones de la otra parte por su cumplimiento. Ayuntamientos y Consells pitiusos se van a gobernar mayoritariamente gracias a los pactos. El tiempo de la negociación y el diálogo ha llegado a la política local, y lo ha hecho para quedarse.

A excepción de Carraca en Sant Joan de Labritja i Carmen Ferrer en Santa Eulària des Riu, donde los ciudadanos han decidido darles la confianza de forma mayoritaria, en el resto de municipios e instituciones la negociación estará en el día a día de los próximos cuatro años.
Y es que, hay que ser muy justo, ecuánime y equilibrado para gestionar una mayoría absoluta sin caer en la tentación del ‘ordeno y mando’ y ‘a pleno, que allí lo tenemos ganado’ aunque algunas de esas decisiones no siempre sean las mejores para el conjunto de los ciudadanos. Hay cosas que sólo se pueden aprobar, cuando se tiene mayoría absoluta, por algo será.

La política local es a mi modo de ver la política con mayúsculas. Es lo más parecido al Senado de la antigua Roma. Nada que ver con los que toman decisiones que afectan a nuestra vida en Palma, Madrid o Bruselas, que muchas veces están muy alejados de nuestra realidad.

Aquí al político te lo encuentras en la calle o en el bar y eso te permite trasladarle inquietudes y preocupaciones. Pero a veces, la mayoría genera en su entorno una endogamia y falsa seguridad de estar siempre en lo cierto, que hace que las ramas impidan ver el bosque. Afortunadamente, si eso pasa, cada cuatro años, la ciudadanía tiene oportunidad de poner orden.