En la última década la política local, la de proximidad, la que debería estar cerca del ciudadano, se ha pervertido sobremanera hasta el punto que se llega a confundir con la política nacional, incluso con la ONU. Tenemos políticos en las administraciones locales que están todo el día con el cambio climático o con el plutonio o el tercer mundo, mientras tienen las calles de su municipio llenas de pintadas o de ratas en algunas zonas, como en Palma, o con aguas fecales desaguando en el puerto, como en Ibiza. Es tanta su pasión para que tengamos un mundo mejor que tras colgar la foto del Che en el despacho, levitan y se les pasa la legislatura sin haber hecho nada a pie de calle. Creo que hay que recuperar la capacidad de gestión, los proyectos que de verdad impliquen una mejora de la vida cotidiana, más una efectiva conservación de los espacios naturales, y dejarse de modas, posturitas y de educar al prójimo a semejanza del escrachero de turno o del político iluminado que te pone un contenedor al lado de casa que siempre está lleno de inmundicia, orines y defecaciones; y encima te dice que está muy bien puesto porque hay que reciclar. Es decir, por el tema del reciclado se crea un foco de mierda permanente frente a tu portal, pues te ha tocado la lotería ecosoberanista, amigo. El nuevo Consell de Ibiza debería volver a desmenuzar el plano de la Isla para ir a lo práctico, exigir al Govern el dinero que debería recibir, gestionar bien las partidas, eso es lo que está intentando hacer ahora la renovada Junta de Andalucía y lo que se va a hacer en el Ayuntamiento de Madrid: revisar las subvenciones y las riadas de millones que han ido a los chiringuitos paniaguados y que son completamente improductivas.