Uno de los grandes éxitos de la transición española, aquel periodo que trajo la democracia y que algunos insensatos han intentado sin éxito desacreditar, es que profesionales de éxito llegaron a la política para hacer sus aportaciones. Cuando llegaban perdían dinero y, tras permanecer un tiempo, regresaban a sus despachos para ganar diez veces más de lo que ingresaban con su sueldo público. Aquellos políticos ejemplares son ahora mismo puro espejismo y en la actualidad se produce el efecto contrario. O los partidos forman canteras de políticos que nunca han tenido un puesto de trabajo en la empresa privada o, por el contrario, personas con un perfil profesional poco cualificado acceden a un cargo público para garantizarse un sueldo más o menos digno.

Por lo tanto, nos vemos en la tesitura de que algunos de los cargos políticos que están agotando la legislatura en las instituciones ibicencas regresarán a su hábitat laboral habitual: a las listas del paro. Un exconcejal de Vila ha llegado a utilizar las redes sociales para pedir un puesto de trabajo, lo que significa que su paso por la política no ha dejado ninguna huella cuando nadie se acuerda de él. Da temblores pensar qué serán capaces de hacer estos políticos sin ningún pasado profesional y nula experiencia a la hora de gestionar el dinero público, pero el sistema está planteado de esta manera y además lo fomentan los propios partidos políticos, que prefieren a personas fieles y comprometidas, capaces de limpiar la sede, ensobrar papeletas o colocar sillas en actos públicos, que a profesionales de éxito para ocupar cargos electos. Salvo honrosas excepciones, el panorama es desolador. Y mucho me temo que seguirá así en el futuro. Así nos va.