Da la sensación de que una de las grandes preocupaciones de Armengol en la confección de la nueva configuración institucional ha sido dónde colocar al ex presidente Francesc Antich. En las últimas horas se han barajado dos cargos: delegado del Gobierno o incluso delegado del Govern en Madrid, un puesto de utilidad más que discutible. Cuando parecía que Antich repetiría por tercera legislatura como senador autonómico, las negociaciones han forzado que el cargo sea para Més per Mallorca y concretamente para Miquel Enseñat. Es algo sabido por todos que a Antich le queda una legislatura antes de jubilarse. Nadie le puede discutir ni las horas que ha dedicado a la política, ni los líos que tuvo en los dos Pactes de Progrés y, sobre todo, que ha dejado los cargos con una dignidad que no pueden decir otros. No es fácil ser presidente del Govern durante cuatro años y no visitar los juzgados ni una sola vez. Sin embargo, no parece que «colocar a Xisco» tenga que ser ahora el tema estrella de esta recta final del reparto de cargos e incluso verse obligado a recolocar a la actual delegada del Gobierno, Rosario Sánchez, en el nuevo Govern. ¿Acaso el ex president no tenía un puesto de trabajo antes de ser elegido diputado en la década de los 90? ¿Ninguna empresa de Balears está dispuesta a contratar al expresidente para que culmine su trayectoria laboral y disfrute dentro de cuatro años de una más que merecida jubilación?
No es únicamente el caso de Antich. En el PP tienen a María Salom y Rosa Estarás, que ya llevan más de 30 años en política y no parece que tengan intención de dedicarse a otra cosa. Da la sensación de que algunos políticos cuentan sus etapas políticas como un paso previo a la jubilación, sin buscar nuevos retos profesionales.