Los resultados que arrojaron las dos últimas jornadas electorales, han supuesto la práctica desaparición de dos conceptos con los que todos nos habíamos acostumbrado a convivir; estos no son otros que ‘el bipartidismo’ y ‘la mayoría absoluta’.

El 26 de mayo se eligieron nuestros representantes en cinco ayuntamientos y el Consell Insular en la isla de Eivissa y el Ayuntamiento-Consell de Formentera. De estas siete instituciones, solo en dos de ellas se dio la mayoría absoluta de un partido, que les ha permitido conformar un gobierno en solitario; en el resto ha sido necesario pactar entre dos o más partidos políticos para gobernar.

Cabe señalar, que si bien en muchos lugares del territorio nacional, esa necesidad de sentarse a negociar entre rivales políticos que hasta hace unos días solo pensaban en fulminarse mutuamente (políticamente claro), puede resultar toda una novedad; en nuestras islas, esa política de pactos ya se venía practicando desde hace años, por lo tanto para nuestra sociedad, ya no es nada nuevo.

Desde el punto de vista legislativo, los pactos para gobernar, son tan democráticos como pueda serlo una mayoría absoluta, pero éticamente pueden resultar inaceptables según como se conformen. Lo normal es que estos acuerdos de gobierno, se establezcan entre partidos que se mueven en un entorno político similar y cuyos programas electorales contienen una mayoría de propuestas, que son fácilmente aceptables para ambos y que podrán conformar la columna vertebral de un futuro pacto de gobernabilidad.

Lo que ya no es tan normal, es pactar entre partidos que ideológicamente están en las antípodas y que tan solo se sientan a negociar con el objetivo de obtener o mantener unos gobiernos. No todo puede valer para mantener unos sillones a toda costa. Siempre que se negocia y se acaba firmando un pacto, se quedan por el camino algunos temas de los programas electorales de los partidos negociantes, pero lo normal es que ello no suponga la renuncia a cuestiones fundamentales. Pero ocurre todo lo contrario cuando se firman pactos anti natura y se acaba gobernando, pero renunciando a preceptos básicos de sus idearios. En estos casos, los primeros que acaban sintiéndose engañados son los votantes de esos partidos que han aceptado tales renuncias.

En la órbita de esos pactos anti natura, se podría enmarcar la oferta del partido socialista en el Consell Insular de Eivissa a Ciudadanos. No tiene pies ni cabeza, que el partido que lidera la izquierda, proponga un acuerdo de gobierno al partido naranja, que no deja de manifestar machaconamente que tiene un cordón sanitario al PSOE. Sin embargo, ese mismo partido no tiene ningún tipo de cordón sanitario para Vox, un partido de extrema derecha.

Pero la incoherencia de tal oferta, no es solo que se pretenda negociar con quien te ve como si fueras el mismísimo diablo, si no que en el hipotético supuesto que Cs aceptase la propuesta, ¿que acuerdo de gobernabilidad se puede establecer, si no hay acuerdo en temas esenciales como por ejemplo la política territorial?

Además, si tenemos en cuenta que para Ciudadanos, cualquier tipo de relación de gobierno con Podemos es una linea roja, no parece lógico que se pretenda que estos sin más apoyen un gobierno en minoría, sin ninguna participación en el mismo.

No todo vale con tal de gobernar. Más vale estar dignamente en la oposición, defendiendo con uñas y dientes un programa electoral al que tus electores la han dado su apoyo; que vivir cuatro años de rodillas y con total indignidad.