Parece que fue ayer cuando los dirigentes de Podemos nos hablaban de círculos, de asambleas, de escuchar a la calle, de casta, de lo malos que eran los directivos de las empresas del Ibex, de los medios de comunicación comprados por los bancos, y un largo etcétera de argumentos que es imposible enumerar en este artículo. Sin duda, lo de los círculos ha pasado a la historia (más bien a la prehistoria) y la mayor prueba de ello es el nombramiento de Gloria Santiago como vicepresidenta del Parlament, un cargo institucional donde los haya, más que bien remunerado, con un buen despacho, y servicio de chófer cada vez que haya un traslado oficial o la diputada ibicenca llegue al aeropuerto de Palma. Si Santiago pretendía seguir su carrera de política guerrera y reivindicativa le anuncio que se ha equivocado totalmente de cargo político. Porque desde su nueva plaza tendrá un papel institucional, deberá representar a toda la Cámara, y dejar de lado aquellos curiosos vídeos con los que nos deleitaba en las redes sociales donde precisamente no mostraba su perfil más moderado. El Parlament no está para frivolidades y si no lo cree que consulte a su compañero de partido, Balti Picornell, que solo le faltó cortarse la melena durante su paso por la presidencia de la Cámara balear. Es sorprendente la metamorfosis de Podemos en estos años, que nos hicieron creer que ellos eran diferentes a los demás, que cobrarían menos que el resto de los políticos, y que siempre estarían conectados a la gente. Si vemos los últimos resultados es evidente que han perdido conexión popular, pero pueden estar muy tranquilos: lo que se han dejado en las calles se lo han ganado generosamente en los despachos. Y con mejores sueldos.