Cuando Francesc Antich haya acabado su etapa como comisionado del Govern en Madrid habrá superado con creces los 30 años en política. Que se nombre para un cargo que nunca había existido al ex president del Govern es una muestra de la salud de nuestra política, para dar cualquier migaja de reparto con tal de mantener un sueldo a alguien que ni se esfuerza con dar el salto a la vida privada, aunque sea en los últimos días de su vida laboral. La política es un oficio que debería ser para unos años. Ocho sería lo ideal, pero lamentablemente nos encontramos con casos que creen que la sociedad está permanentemente en deuda con ellos y que por eso hay que darle trabajo hasta que decidan retirarse. Antich es el ejemplo de este tipo de político, pero no se preocupen que su designación como comisionado en Madrid va a escandalizar a pocos, ni siquiera a los otrora reivindicativos dirigentes de Podemos, hoy cómodamente instalados en los despachos de la casta. A los podemitas todo les parece bien de repente, incluso pagar sueldos a políticos, sin necesidad. El cargo de comisionado del Govern es totalmente innecesario porque me imagino que los propios consellers sabrán negociar directamente con los ministros del futuro Gobierno, sin necesidad de ningún intermediario. Mejor hubiese sido designarle presidente de la Autoritat Portuària, donde sí hay trabajo de verdad, pero parece que el ex presidente quiere algo tranquilo y no estar en el ojo del huracán. No me quiero ni imaginar lo que hubiese dicho Armengol cuando estaba en la oposición si esto lo llega a hacer el PP, pero vivimos en una sociedad donde la crítica escasea y los palmeros abundan, un problema que se agrava cuando no hay una oposición de verdad. Pero en el caso de Antich, mejor hubiese sido una retirada a tiempo.