Además de los doce apóstoles elegidos por Cristo, nos dice el Evangelio que el Señor envió a setenta y dos discípulos a toda ciudad y lugar a donde él había de ir. Y les decía: «La mies es mucha, pero los obreros pocos». Cristo quiere inculcar a sus discípulos la audacia apostólica; por eso «yo os envío», a lo que comenta San Juan Crisóstomo: Esto es suficiente para darles ánimo, para que tengan confianza y no teman a los que los atacan. Los discípulos de Cristo poseían tal confianza y seguridad por haber sido enviados por el mismo Dios. El príncipe de los apóstoles, Pedro, explicó con firmeza ante el sanedrín que actuaban en el nombre de Jesucristo Nazareno, pues no se ha dado a los hombres, otro nombre debajo del cielo por el cual podemos salvarnos. El apostolado exige una entrega generosa que lleva al desprendimiento. El Señor considera que el desprendimiento de los bienes materiales, como el deseo egoísta de acaparar dinero, es algo que el discípulo de Cristo debe tener muy presente. Jesús nació pobre, vivió más pobremente y murió sin nada.

Los sacerdotes, consagrados al servicio divino, en el cumplimiento del cargo que se les ha encomendado, merecen recibir una justa remuneración, que puedan llevar una vida honesta y digna. En la tarde del día de la Resurrección, el Señor transmite a los apóstoles la misión propia que había recibido del Padre; otorgándoles poderes semejantes a los suyos. Días mas tarde el Señor Jesús confiere a Pedro el primado que antes le había prometido. A Pedro le sucede el Romano Pontífice y a los apóstoles, los obispos. A todos ellos el Señor les dijo: «Quien a vosotros oye, a mi me oye; quien a vosotros desprecia, desprecia al que me ha enviado». Recordemos los cristianos las palabras de Jesucristo: «La mies es mucha, pero los obreros pocos». Rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies. Por tanto todos los creyentes en Jesucristo pidámosle que envíe verdaderas vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras que la Iglesia y el mundo necesitan.