Si hay algo que caracteriza a la mayor de las Pitiusas (y también a Formentera, para qué nos vamos a engañar) es que el tiempo parece que pasa lento, más despacio que en el resto de Balears y del país, sobre todo cuando se trata de obras públicas. El Parador de Ibiza es uno de esos temas que, por mucho tiempo que pase, sigue estando ahí, paralizado, pareciendo que va a salir por fin y que verá la luz, pero no. Se empezó a construir en el año 2009 y, diez años después, sigue esperando a tener un futuro prometedor en el sector turístico pitiuso y balear. Por el camino, restos arqueológicos que se han ido descubriendo, batallas políticas y modificaciones del proyecto inicial que han retrasado su apertura. Se trata del primer y único parador de todas las Islas (quizá también esté ahí el por qué de la lentitud de su puesta en marcha…). Ahora, Turespaña ha adjudicado provisionalmente a Acciona las obras de rehabilitación por 21,1 millones para, parece que por fin, acabar las obras.

Pero no es el único caso de una infraestructura turística que cae en el limbo del tiempo y de la burocracia. ¿Qué fue de la segunda fase del Palacio de Congresos de la isla de Ibiza? Hace más de diez años que también se habla de esto. La primera fase costó diez millones, aportados entre Govern, Consell y Santa Eulària. De la segunda, sólo hay compromisos políticos, palabras de que se impulsará, pero sin concretar fechas ni presupuesto. Mientras tanto, el que está hecho, acabado, funcionando y trabajando es el de Mallorca (¿quizá sea por esto que no hay interés en acabar el de Ibiza?). Como éstos hay numerosos ejemplos más de nuestros particulares ‘días de la marmota’ en las Pitiusas que lo que causan es, para qué nos vamos a engañar, bastante hastío entre los ciudadanos.