El nuevo organigrama del Govern balear ha supuesto un varapalo para la exConselleria de Cultura que no existe ya como tal y que a partir de ahora comparte denominación con tres conceptos que a bote pronto no tiene nada que ver: Presidencia, Cultura e Igualdad. Tres negociados que se mezclan en un mismo cóctel, o más bien bebedizo. Es como si sacáramos al mercado la Conselleria de Turismo, Astronomía y Utopía balear. Yo creo que no saben qué hacer con la cultura y la han colocado con calzador donde buenamente han podido. Por otra parte, al reducir la cultura al hecho lingüístico normalizado, los políticos deben considerar que con eso se cierra el asunto cultural y para qué dar más trigo o promover otras cosas, como el caso penoso de que parte de los materiales mallorquines de todo un Nobel casi mallorquín como Cela hayan acabado en la Alcarria porque no se ha querido montar un museo en Palma. Por otra parte, quedan montañas de temas que investigar relativos a las Islas, que no todo es Pompeu Fabra y lo árboles a veces no dejan ver el bosque. Un ejemplo de lo que quiero decir lo tenemos en el Instituto Leo Baeck de Nueva York, donde se encuentran los materiales baleares de Lene Schneider, la gran acuarelista que llegó a Ibiza huyendo de los nazis, o los apuntes del praguense Hugo Steiner-Prag (1880-1945), uno de los grandes ilustradores vanguardistas que en 1925 estuvo en San Antonio. Llegó desde Alicante e hizo muchos dibujos de Ibiza que no sabemos dónde están y seguro que son obras maestras. Para eso debería servir la Conselleria de Cultura, siquiera para dar con esos dibujos universales patrimonio de todos los baleares. Cuando la cultura es pura política, apaga y vámonos.