Creo que fue el pasado año, o el anterior, que Macron invitó a Trump a contemplar el desfile que tiene lugar en París conmemorando el 14 de Julio. El presidente norteamericano quedó pasmado ante la grandeur que exhibieron las tropas francesas en su fiesta grande. Algo muy lógico ya que a Trump lo de pasmarse le debe ocurrir con frecuencia y los individuos de su especie suelen anonadarse ante cualquier muestra de dispendio militar. Son así. La lástima es que este año Trump no ha acudido a París, ya que de haberlo hecho le habría maravillado el vuelo que emprendió Franky Zapata en su Flyboard Air, una pequeña plataforma voladora de su invención que permite que un hombre vuele a una considerable altura a cierta velocidad y durante un no muy largo período de tiempo. Boquiabiertos quedaron los espectadores ante el vuelo de Zapata, por cierto, nieto de español –lo de los inventos curiosos, el mocho, el chupa chups, etc, al parecer lo llevamos los españoles en la sangre– que iba para piloto de helicópteros, a lo que tuvo que renunciar por ser daltónico. Ah, qué panorama, qué momento, un daltónico sobrevolando los Campos Elíseos, cual si un héroe de la Marvel se tratara. Ante el espectáculo, Trump podría haber llegado al éxtasis. De hecho, ante la negativa inicial de las autoridades francesas a colaborar en el invento de Zapata, desde EEUU comenzaron a hacerle ofertas a este genio de nuestro tiempo. Francia se rindió ante la evidencia: lo del soldado volador traía, amén de grandeza, altura. Pobre Trump y él a ras de suelo soñando con atacar Irán. Cochina vulgaridad.