El 2 de septiembre se cumplirán diez años de mi llegada a la isla. Junto a mi madre y dos maletas aterricé en Ibiza con mucha ilusión ante una nueva aventura. Al segundo día, Juan Ballester, con el tiempo un gran amigo, me dijo que «la isla o te atrapa o te echa, sin término medio». Con esa sabiduría de los hombres tranquilos y honestos una vez más dio en el clavo. A mi me atrapó y aquí he encontrado mi lugar en el mundo. Se ha pasado como un suspiro. He conocido gente maravillosa y no tanto que ha cambiado mi vida y he pasado por muchas cosas geniales, algunas regulares y ninguna mala del todo. Pensaba haber visto de todo pero ayer por la tarde me di de bruces con la realidad de Sant Antoni.

Les pongo en situación. Celebración de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, misa oficiada por Vicente Juan Segura, procesión con la imagen seguida de la colla, autoridades y vecinos de toda la vida y ¡zas! de repente, el shock. Apenas a unos metros, en el Passeig de Ses Fonts, decenas de turistas, en su mayoría ingleses y rojos del sol y otras cosas, paseando sin camiseta y bebiendo alcohol con impunidad. Y a su lado jóvenes con bikinis, trikinis, y modelos que desafiaban a la lógica, combinados con tacones y body painting. Miradas de incredulidad entre unos y otros, algunos incluso pensando que aquello era un funeral, e indignación entre muchos portmanyíns. Poca policía y la que había, más pendiente de que la imagen no cayera al agua mientras embarcaba.

Como decía el gran Rubén Blades, «la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida» y en Sant Antoni más aún. Sobre todo si se sigue permitiendo tal desmadre. Y por cierto, el nuevo alcalde y el nuevo presidente del Consell iban siguiendo la procesión y lo vieron igual que nosotros. ¿Tomarían nota?