Poco a poco se va dibujando la imagen real del presidente en funciones, Pedro Sánchez, capaz de pedir al mismo tiempo la abstención de la derecha y plantear un gobierno de coalición con sus «socios preferentes», que todos creíamos que era Unidas Podemos hasta que este jueves se ha desbaratado la segunda votación de la investidura. Los que quieren un gobierno de coalición de izquierdas pueden respirar tranquilos porque estoy convencido de que en estos dos meses de margen que prevé la Constitución, se producirá un acuerdo y habrá una nueva sesión de investidura que evitará las elecciones, pero la imagen que han dado nuestros líderes en estos días es desalentador, sobre todo los de izquierdas. Que Rufián se haya convertido en el gran pacificador entre Sánchez e Iglesias lo dice todo y refleja el nivel de la política española de nuestros tiempos. Sánchez no se fía de Iglesias, pero me temo que hay muchos más motivos para no fiarse del presidente en funciones, cuyo manual de resistencia aplica durante todas las horas del día, sin ningún principio político, y evidentemente sin tener ningún proyecto político para este país. Porque resulta difícil de entender que diga al mismo tiempo que Unidas Podemos es su socio preferente para después afirmar públicamente que no se fía de Pablo Iglesias, y al mismo tiempo filtrar las exigencias de sus posibles socios para desprestigiarlos. El campeón del «no es no, ¿qué parte del no, no ha entendido?» será presidente, ha sido el más votado, pero superará la investidura no por méritos propios sino porque Podemos no puede permitirse otras elecciones pues el descalabro puede ser histórico. Objetivamente, y visto lo visto, Rajoy era un gran estadista comparado con los actuales protagonistas de la política española, cuyo nivel ha quedado bastante retratado en estas últimas horas.