Estamos en tiempo de las buenas vacaciones de verano. Y a los que tenéis la suerte y la alegría de disfrutarlas os deseo que sea un tiempo bueno. Muchos disfrutan de la playa o de la montaña; otros viajan para visitar otras ciudades y países; y otros muchos se quedan en casa o regresan a los pueblos de origen.

Aquí en Ibiza y Formentera vienen muchas personas de fuera a disfrutar de las vacaciones porque son unas islas estupendas y buenas y hay muchos servicios para encontrarse bien, así como muchos y buenos trabajadores para acogerlos y darles las cosas buenas. Yo tengo la suerte de pasar todos los días un buen tiempo en la Catedral y veo con satisfacción que son muchos los turistas que entran en este templo y lo bien que se portan allí: muchos rezando, venerando el sagrario y las imágenes de los santos que tenemos, dando buenas opiniones de lo que hay allí, haciéndose buenas fotografías, dando donativos, encendiendo velas… en definitiva son muchos y buenos los que vienen de vacaciones a Ibiza.

Y a los que vivís y trabajáis aquí os deseo también unas buenas vacaciones con buenas expresiones. Es propio de las vacaciones poder realizar otro tipo de actividades, distintas a las del resto del año. Se dispone de mucho tiempo y se puede elegir libremente qué hacer con él. En estos días se busca sobre todo el descanso, que no es lo mismo que no hacer nada. Las vacaciones son un tiempo privilegiado para favorecer el descanso físico y psíquico; pero también nos ofrecen mucho tiempo para la lectura formativa, para la reflexión, para la convivencia y para el encuentro con nosotros mismos, con la familia, con los amigos, con otras culturas, con la naturaleza y con Dios. Y así se puede dedicar tiempo a la reflexión, a la oración, a la lectura buena de bienes religiosos.

En las vacaciones hay que hacer la buena relación entre los esposos y con los hijos, para dedicarles todo el tiempo que a lo largo del año las actividades y los horarios laborales no permiten ofrecerles. Hay mucho tiempo para cultivar el amor entre los esposos y con los hijos: tiempo para dialogar y conocerse mejor, para afrontar dificultades y compartir proyectos, para disculpar y perdonar, para sanar heridas.

Los días de vacación ofrecen también más tiempo para compartir con el necesitado y para dedicarlo a Dios: son una ocasión muy propicia para profundizar nuestra relación con Dios y para ahondar en nuestra vida cristiana, acercándonos más a Cristo a través de la oración y los sacramentos.

Las vacaciones no pueden suponer un alejamiento de Dios. Al contrario, deben ser tiempo para llenarnos de Dios, para dejarle hablar en nosotros y para sumergirnos en Él. Dios no se toma vacaciones en su búsqueda de amor al hombre. Estos días pueden ser tiempo excepcional para ir a su encuentro; o mejor, para dejarse encontrar por Él. En la playa, en la montaña, en la serranía, podemos descubrir la presencia de Dios y alabarle por haberla hecho tan hermosa. También en el ocio y en la diversión podemos y debemos vivir nuestra condición de cristiano, sin avergonzarnos de serlo. También en verano, el domingo sigue siendo el día del Señor y tenemos más tiempo para participar en la Eucaristía dominical y para hacerlo en familia.

Que sean, pues, unas buenas y merecidas vacaciones para todos.