La muy honorable vicepresidenta del Parlament, Gloria Santiago (Podemos), no ceja en su empeño de alcanzar la popularidad soñada, aunque sea a costa de la dignidad de la institución a la que representa. Hay que reconocer que ha habido serios avances en su dedicación como representante política. Después de cuatro años como directora insular de Transparencia con un balance de gestión consistente en una agenda vacía y un listado de medidas adoptadas igual a cero, la única representante ibicenca de la formación morada en el Parlament ha optado por subirse al carro de los influencers que publican contenido en redes sociales con el único fin de obtener visibilidad sin aportar absolutamente nada. Ello no sería reprochable si no fuera porque ostenta el honor de ser la tercera autoridad de las Islas Baleares. Su último espectáculo dantesco ha consistido en presumir de músculo republicano con nada menos que un lazo en el pelo con la bandera tricolor en instagram, una auténtica hazaña. A continuación se vanaglorió de no querer acatar las normas de protocolo de la Casa Real en la recepción de Sus Majestades en el Palacio de la Almudaina, cita en la que finalmente no lució el lazo que tantos likes albergó en redes. La supuesta coherencia de la que presume debería ir acompañada de actos concordantes con la misma. Está en su derecho de criticar al Jefe del Estado, al evento, al protocolo e incluso a la monarquía parlamentaria. Pero si lo quiere hacer con credibilidad, debería haberse ausentado del acto como hicieron todos sus compañeros de partido, en vez de querer acudir con el único fin de dar la nota. Por suerte, al menos no se «confunde» con salarios duplicados irregularmente como alguna excompañera suya en el anterior gobierno del Consell d’Eivissa.