Unas personas tienen la suerte y la alegría de estar en vacaciones; otras en trabajo, e incluso aquí con el buen servicio que se hace a los turistas, el trabajo es mucho. Pero ni uno ni otro motivo debe de apartarnos de participar, siempre y bien y especialmente los domingos en la celebración de la Santa Misa, que es un bien grande y extraordinario.

Yo tuve la suerte de que mis padres, mis abuelos, y también el profesor que tuve unos años en una escuela pública en mi pueblo de origen, llamado Don Pedro, me animaran, a mí y a mis dos hermanos, a participar los domingos en la Misa de la parroquia de mi barrio de vida. Y esas enseñanzas, esas alegrías, esas ayudas, esos compromisos, etc. que se acogen participando bien en la Misa, me han sido una buena ayuda y un compromiso para mi vida aquí en la tierra. Por eso, con afecto y con amor os animo a participar habitualmente en la Misa los domingos teniendo presente las buenas parroquias y los buenos sacerdotes que tenemos en nuestra diócesis.

Al asistir a la Misa cumplimos el precepto natural de dar culto a Dios. Para un cristiano, este precepto natural está explícitamente señalado por Dios en el tercer mandamiento del Decálogo: «Santificarás las fiestas» (cfr. Deuteronomio V, 12). Pero no es solo el cumplimiento de un precepto: es algo piadoso, que nos enseña cosas ordinarias y buenas con las palabras de la Biblia que escuchamos, hacemos peticiones y disfrutamos de la presencia de Dios acogiendo la comunión.

Participar en la Misa no ha sido la Iglesia quien nos ha impuesto la obligación de dar culto a Dios, ella lo único que hace es concretar para todos los católicos de qué modo y cuándo hemos de dar culto. Es Dios quien nos invita y fortalece con esa participación.

El Concilio Vaticano II nos enseña que la Santa Misa debe ser el centro y la raíz de la vida cristiana. Efectivamente, cuando tenemos una necesidad urgente pedimos al sacerdote que lo rece en la Misa; cuando queremos dar gracias a Dios por algo que nos ha salido bien, asistimos a ella porque nos consideramos en deuda con Él; cuando fallece un familiar, nuestra piedad nos impulsa a «encargar» una Misa al sacerdote.

Hace años el Papa Siervo de Dios Pío XII comentaba: «Debe ser el domingo el día para descansar en Dios, para adorar, suplicar, dar gracias, invocar del Señor el perdón de las culpas cometidas en la semana pasada, y pedirle gracias de luz y de fuerza espiritual para los días de la semana que comienza» (Discurso, 13-III-1943).

La Santa Misa, como se ve, es mucho más que una obligación. Así oír misa entera los domingos y fiestas de precepto «El primer mandamiento (oír misa entera los domingos y fiestas de precepto) exige a los fieles participar en la celebraci6n eucarística, en la que se reúne la comunidad cristiana, el día en que conmemora la Resurrección del Señor, y en aquellas principales fiestas litúrgicas que conmemoran los misterios del Señor, la Virgen María y los santos» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2042). Y también el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que «la Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la práctica cristiana. Por eso los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio.

Y San Juan Pablo II nos hizo también unas recomendaciones sobre la asistencia a la Misa: «Respetad la santidad del domingo. Id a Misa todos los domingos. En la Misa, el Pueblo de Dios se reúne en unidad en torno al altar para adorar a Dios e interceder. En la Misa actuáis el gran privilegio de vuestro Bautismo: alabar a Dios en unión con Cristo, su Hijo, alabarle en unión con la Iglesia» (Homilía, 29-V-1982). «Deseo recomendaros la participación en la Santa Misa de los días festivos. Comprometeos a no faltar nunca. El cristiano es el hombre de la Santa Misa, porque ha comprendido que Cristo renueva para él su sacrificio redentor» (Homilía, 14-III-1982).

Y también nos lo hace Papa Francisco en unas buenas catequesis en los meses de noviembre y diciembre de 2017.

En definitiva os animo a que participes, para bien, en las Misas siempre que sea posible especialmente los domingos.