La representante de Ibiza, Gloria Santiago, con nombre y apellido tan católicos, apostólicos y romanos, es un ejemplo del nivel tan deprimente para los posibles votantes que está alcanzando la política española. Gente que acaba de salir de la Universidad, autodeclarados juristas (como si tuvieran libros publicados en la editorial Civitas), sin capacidad demostrada de gestión y solo con experiencia asamblearia de coleguismo flautico-flower, nos dice con contundencia y hasta con reprimenda qué sistema político debemos tener, cuál debe ser nuestra moral y nuestra cosmovisión, hasta si podemos comer pollo frito o rabo de toro. Argumentaciones y reflexiones, pocas o ninguna; consignas primitivas, muchas; redes sociales, todas; y en ese mundo cibermarxista cool se mueven como peces en el agua, mientras yo veo con asombro cómo vamos para atrás y volvemos al mono o al caldo primigenio. No tienen ni idea ni de lo que es la deuda pública, ni cómo se puede hacer un presupuesto asumible por todo el país: ellos arreglan el mundo a golpe de tuit, que no hay que tirar plásticos (como si las personas normales los fuéramos tirando), que el rey no ha sido elegido (para lo que hay que ser estulto: ningún rey en España, menos Amadeo de Saboya, ha sido elegido, los reyes no se eligen), que en España pueden vivir y opinar los franquistas (Gloria Santiago dixit y pizzit) y también, Gloria, los estalinistas y los que apoyan la dictadura del Gorila Rojo II: os gusta solo vuestra libertad. Me niego a que una influencer y cía. me quieran vender su mundo y PUNTO, que es como termina ella sus frases tuiteras, ese «punto», que además de mostrar una insana intolerancia quiere decir que sus «argumentos» tribales, como sus vídeos, son demasiado básicos: sujeto, verbo y predicado. Oyendo a chicas como está, el rey sale reforzado. Efecto boomerang, Gloria. PUNTO.