Mi teoría política en el caso de España es muy sencilla: nos llueven cada año unos sesenta millones de turistas buenos, malos, regulares y low cost, y gracias a esa marabunta hagan casi lo que hagan los políticos, vivimos y comemos. Quiero decir que sin políticos, viviríamos y comeríamos igual, bastaría con que una cabeza visible por provincia siguiera la normativa de la Unión Europea. Lo único que en realidad nos debería preocupar son los datos económicos de países como Francia, Alemania e Inglaterra, porque son los mercados emisores y por ahí sí nos pueden venir mal dadas. Es decir, la caída de la producción industrial alemana, la peligrosa bajada de la libra con un ‘brexit’ encabezado por un primer ministro que está como un choto, etc. Tener un gobierno en funciones presidido por un señor que a día de hoy no sabemos ni siquiera cómo es doctor, nos da casi lo mismo, porque si ese gobierno fuera ya ejecutivo y no estuviera en funciones, sería mucho peor. ¿Qué planes hidrológicos y sobre el agua tienen? Ninguno. ¿Qué planes sobre la modernización del país? Ninguno. ¿Qué planes para reanimar la inversión? Ninguno. ¿Qué planes para disminuir el paro? Ninguno. ¿Planes para ver cómo se implementan las pensiones siquiera a corto plazo? Ninguno. ¿Planes para sus chiringuitos? Muchos. Planes sobre la memoria histórica, todos. Planes para el no-cambio climático, todos; aunque nadie sabe en qué consisten. Ergo ¿para qué que queremos un gobierno que postula y vive de la minucia, de lo inconcretable, que ya ha dicho encima que no hay 177 millones para las Pitiusas y Baleares? Tener un gobierno que no sirve para nada es lo ideal, el único problema es la enorme cantidad de dinero que cuesta tener a ese grupo de chamarileros que son todavía más peligrosos en la inacción: siempre están tramando algo que en nada beneficia al común.