Este periódico publicaba el miércoles una información sobre la proliferación de patinetes eléctricos en Ibiza. Para ir hasta el centro de Vila es una opción de transporte fantástica. Los usuarios se ahorran mucho dinero en gasolina, en aparcamientos, y seguramente en multas. Ante un transporte público bastante irregular como el de Vila, la inversión de 300 euros por un patinete es una opción a tener muy en cuenta. El problema viene cuando estos patinetes eléctricos, que pueden alcanzar una velocidad de 25 kilómetros por hora, tienen que convivir con peatones, coches, motocicletas y bicicletas.

El asunto es complejo. Está claro por dónde circulan los peatones, y también los coches y motocicletas, pero más confusa es la situación de las bicicletas, que llegan a utilizar las carreteras, los carriles bicis (los pocos que hay) y también las aceras, que es lo habitual y los más cómodo para los ciclistas. Tres en uno, y sin ningún tipo de control por parte de la Policía Local, sobre todo en ciudades como Vila. Aquellas amenazas de multas para los ciclistas que circulaban por las aceras quedaron en el olvido.

Y ahora tenemos los patinetes, muy simpáticos, muy modernos, muy urbanitas, pero a 25 kilómetros por hora el impacto con un peatón puede resultar bastante peligroso. Yo me pregunto si en lugar de establecer límites de velocidad para los patinetes, delimitar zonas donde puedan aparcar, y rutas específicas para circular, no sería mucho mejor proteger de una vez por todas a los peatones, que ven invadido cada vez más su espacio urbano sin que nadie, absolutamente nadie, haga nada ni planifique una solución convincente. Luego se llenan la boca de que la ciudad es para las personas y tal, pero los peatones merecen un poco más de protección. O hacen algo o cualquier día habrá algún disgusto serio.