El pasado jueves un comando que actuaba bajo ese nombre se presentó con una docena de kayaks en la concurrida playa de Es Pujols en Formentera. La simpática acción buscaba llamar la atención de los centenares de bañistas y dar notoriedad a los más de 40 voluntarios que se disponían a colaborar en la limpieza de la playa. El resultado final fueron cuatrocientos kilos de residuos de una barca hundida, 4 enormes bolsas llenas de todo tipo de basura y unas siete mil colillas. Si, ha leído bien: siete mil colillas.
El trabajo que están haciendo los voluntarios de «Formentera Sense Plàstic» e «Ibiza Sense Plàstic» es extraordinario. Su capacidad de convocatoria un 15 de agosto es sorprendente. La capacidad de involucrar a diversas empresas colaboradoras y a las instituciones es de aplauso.
Al día siguiente la actividad continuó, participando en una acción de concienciación medioambiental con los alumnos de las escuelas de verano de Formentera. Allí aportaron parte del material recogido para que los chavales tomen conciencia de los que hay bajo nuestros pies en las arenas de nuestras «paradisíacas» playas. Pero, si bien estas limpiezas son un subidón que incrementa nuestro optimismo por el futuro del planeta, no nos engañemos, toda esa basura no ha llegado sola a la playa. Muy probablemente la próxima semana habrán acumuladas las mismas o más colillas. Ese es el verdadero problema. La concienciación voluntaria de unos pocos, frente a la inconsciencia de muchos, muchísimos que siguen pensado que el mar se lo traga todo.
El socorrista de Cala Saona, lleva todo el verano recogiendo colillas voluntariamente, fue amenazado hace unos días por llamar la atención a unos energúmenos que entraron al mar fumando y lanzar su colillas encendidas a la arena. Ese es el nivel.